miércoles, mayo 03, 2006

Desde la cripta

Teresa Margolles: la muerte sin nombre

“Ho hay un performance más intenso que el de morirse” (Martínez), y no debería de existir una preocupación más humana que el de recordar a los que se mueren. La obra de Teresa Margolles (1963-), artista sinaloense, que tiene como tema y material los cuerpos no reclamados de la morgue pretende hace ver al espectador la otra cara de la muerte en México, la cara real y social del anonimato. Gran parte de la obra de Margolles surgió durante su participación en el colectivo artístico SEMEFO, acrónimo del Servicio Médico Forense la agencia estatal que maneja los cuerpos y lleva a cabo las autopsias. Este grupo, fundado a principio de los noventa en las celdas abandonadas de un manicomio, también estuvo formado por: Carlos López, Arturo Angulo, Arturo López, Juan Manuel Pernás, Juan Luis García Zavaleta y Antonio Macedo. Pero, la más importante propuesta de Margolles la creó después de separarse del colectivo, puesto que pasó, dando un salto hacia lo simbólico, de ofrecer imágenes que creaban en el espectador una intención morbosa a mostrar obras y performances más sublimados y sutiles que obligan a hacer lecturas más interesantes y complejas. La obra de Margolles toca diversos temas sobre la muerte; uno de ellos es el del deseo humano de la perpetuidad la cual se ejemplifica con los rituales mortuorios porque parte de la tarea de esta costumbre es la de generar memoria. El tema que su obra hace más evidente es el hecho de que en ocasiones la realidad económica anula el presupuesto según el cual las culturas tienen como tarea el resguardar el recuerdo, el respeto o la santidad de sus muertos y nos hace evidentes como ciertos individuos ha perdido toda cualidad humana. También Margolles, como artista posmoderna hace un recordatorio de los metarrelatos, así como nos echa en cara nuestra fragilidad como Hombres.
La cultura occidental ha buscado siempre el prolongar la vida y hacer tangible su ilusión de mortalidad, de ahí que muestre un gran apego a lo corporal al inventar la manera de curar enfermedades y al inventar procesos, como la criogénica. Un ritual que también responde a esta inclinación de mantener es la de los funerales, que no sirven más que para ayudar en el proceso de duelo y lo que es más importante, en inmortalizar al individuo. Los procesos de manutención del cadáver son también otro ejemplo de esta necesidad de mantener el recuerdo del que se ha ido; porque los vivos buscan la manera de que ese ser querido no sea olvidado y terminan el ritual en una lápida, es decir en un monumento inmortalizador del individuo. Margolles utiliza, como ya se mencionó, como materia de su obra a cuerpos no reclamados; de manera que ella funge el rol de historiadora o cronista de la memoria al dejar un recordatorio material y al llevar a cabo el ritual, que aunque en este caso no es ni religioso ni social, sino artístico. Un ejemplo es “Lengua”, una de sus obras más gore y según varias opiniones más manipuladora puesto que “en su lucha por impresionar en un alto grado a sus públicos, estaba orillando con crudeza a los destinatarios de su labor a un punto en el que habrían de rechazar los planteamientos que les hacía, o bien se verían precisados a aceptarlos incondicionalmente” (Galindo). Para esta obra la artista colgó en una de las paredes de Bellas Artes la lengua perforada de un chico punk que había muerto violentamente. La propuesta es desde luego política, ya que la lengua fue colgada en un edificio que representa toda una idea de cultura decimonónica y que ha servido como atrio funerario para muchos personajes célebres, además de que pretende funcionar como símbolo de la memoria de una muerte anónima, es decir que la lengua habla de todos aquellos olvidados y finalmente es también su monumento.
Pero estos individuos no reclamados no sólo han perdido el poder ser enterrados y de recibir un ritual, sino que también han perdido toda cualidad humana, y la han perdido porque han sido olvidados por aquellos que suponían recordarlos, son en ese sentido unos desechos de la sociedad, porque el que sus cuerpos no sean reclamados supone que su humanidad les fue negada desde tiempo atrás, aun cuando permanecían con vida. La clásica diferencia sujeto-objeto se pierde, ya no hay un sujeto; es por esto por lo que se puede decir que en ocasiones dependiendo del valor que haya tenido un ser humano al estar vivo, el mismo valor se le dará a su muerte; hecho que resulta inquietante pues el ser humano está siendo reducido a un producto de mercado. Un ejemplo de esto son los funerales, que como ya se mencionó ironiza Margolles en su obra “Lengua”, que se hacen a “grandes estrellas” de la televisión, ya que lo que se alaba en el ritual no son las virtudes humanas de la persona, sino su fama. Poco importa entonces si se anuncia que han muerto centenares de africanos que creen luchar por el reflejo de una democracia, porque lo que se llora en realidad es si el muerto posee un rostro conocido. En consecuencia, en una de sus obras más interesantes titulada “Vaporización”, presentada en la Galería ACE en marzo del 2002 en la Ciudad de México, Margolles hace entrar al espectador en una sala llena de vapor, la niebla está creada por máquinas que trabajan con el agua que se usa para limpiar los cadáveres en la morgue; de manera que cuando se entra en este cuarto húmedo esta emanación mortuoria entra a los pulmones, piel y al cuerpo. Es por esto que con esta obra se hace presente inevitablemente la muerte, y no sólo se hace el recordatorio de que todo ser vivo morirá de una u otra forma, sino que también se muestra por medio de una sustancia que se respira, la muerte de todos aquellos que desconocemos; “entrar en la niebla mortuoria de Margolles es como aspirar las almas de muertos no reclamados.”(Medina). Así la obra funciona como una reinvidicación a aquellos olvidados que aunque nunca permanecerán en la memoria, pueden al menos permanecer en los cuerpos de otras personas vivas. Esta obra, a diferencia de las primeras que realizó la artista, no pretende crear un impacto visual en el espectador, sino una incomodidad perdurable a partir de un contacto físico con la muerte. Por eso al ser el discurso más complejo se permite que el visitante que aspira este vapor se cuestione más allá sobre la fragilidad de la vida, porque entre los muertos y los vivos ya no queda nada, sólo ese aire acuoso que se respira.
Dado que se ha perdido la confianza y creencia en los metarrelatos, surge la conciencia e inconciencia –conciente se es de que se va a morir, pero inconsciente se es de las consecuencias de los actos-- de la fragilidad humana, puesto que ahora se tiene una incertidumbre hacia lo que se vive o no después de la muerte. Se ha dejado de creer en los reconfortantes paraísos celestiales, los mitos, las certezas de la ciencia y la fe en la trascendencia; ahora nadie cree en nada y aparentemente tampoco se busca creerlo. Para el humano, el miedo a la muerte había traído como consecuencia la concepción de un más allá, pero en la actualidad ahora el miedo sigue latente sólo que se disfraza de indiferencia. En la Modernidad la confianza se basaba en el progreso y en las utopías, pero en la actualidad se mira con escepticismo la fe en la razón que tanto se alabó en los siglos XVIII, XIX y XX. Surge el poco respeto a la vida, la cual se deja de ver como sagrada y no se concibe más que como medio para proporcionar placeres, de ahí el apogeo del consumismo. Debido a este irrespeto y búsqueda primaria de lo hedónico surge la cultura de lo efímero, según la cual ya no se consideran las consecuencias de lo que se hace, puesto que se sabe que la vida es finita. Es decir que el ser humano ya no cree en el paraíso y por lo tanto actúa sin importarle o no el perdón divino. En 1998, Margolles presentó en la galería “Art Deposit” de la colonia Roma un performance en el cual colocó su ropa y zapatos en el suelo y se mostraban fotos de la artista en la morgue. Con esta pieza, la segunda que realizó sin el colectivo SEMEFO, Margolles quiere hacer evidente la relación su relación con la muerte, porque al fin y al cabo nadie está exento de ella. Es decir que en este caso el cuerpo que se usa como materia no es el de un anónimo, sino el de ella misma, un cuerpo reconocible para el espectador quien al mismo tiempo se reconoce en la artista y así recuerda su fragilidad y contingencia humanas.
La obra de Margolles es innovadora en el sentido de que reemplaza los materiales tradicionales por cadáveres, objetos que nunca antes fueron usados como material artístico. Pero la importancia de su obra no sólo está en la innovación estética sino en su propuesta conceptual, es decir en la lectura que se puede hacer de ella, sobre todo de aquélla que pertenece a su última etapa como artista puesto que proporciona gran cantidad de cuestionamientos sobre el tema de la muerte. La artista se cuestiona sobre la condición humana, misma que lleva a darnos cuenta de que el acto de morir no es un meramente biológico sino que también es un acto social, político y cultural. Porque morir ahora no es lo mismo que haber muerto hace mil años, y porque morir en México con es lo mismo que morir en Suecia, ya que los rituales, la preservación de la memoria y la creencia sobre los Grandes Relatos nunca será la misma. La artista mexicana pretende hacer una denuncia, quiere que sus espectadores reflexionen acerca de la concepción que existe acerca de la muerte en la actualidad. Algunos afirman que estos cuestionamientos ya no son posibles debido a que se extinguieron desde que entramos en la llamada era posmoderna, aunque muchos otros contra argumentan al recordar las posturas filosóficas de Heidegger y su idea del “ser-ahí”, según la cual el ser humano vive en un angustia existencial al saber que se va a morir, pero que sólo vive en un constante ocultamiento y no realiza lo que su más profunde ser le pide. El Hombre continúa preocupándose por la muerte, sólo que ahora la inquietud que esto genera no es traducida en discursos sino en un sumergimiento en aquello que pierde de nuestra verdadera búsqueda, como los son la obsesión por las novedades, las preocupaciones banales, entre otras, sumergimiento que se da por querer “aprovechar” el lapso de permanencia terrena que es otorgada. Es por esto que aunque ahora los cadáveres no son noticias extraordinarias, y el respeto a la vida cada vez es menor; algunas de las piezas de Margolles impelan al morbo de la gente, pero algunas de ellas también provocan una reacción y preocupación honesta.



Bibliografía:
Galindo, Carlos-Blas. “SEMEFO”. Uno más uno. Agosto 1997.
Martínez, Carlos. “Salón Palacio”. Milenio diario. Octubre 2002.
Mayer, Mónica. “Seis artistas y sus cuerpos”. El Universal. Mayo 1998.
Medina, Cuayhtémoc. “Respirando espíritus”. El ojo breve: Reforma, febrero 2002.
Roa, Armando. Modernidad y Posmodernidad: coincidencias y diferencias fundamentales. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1995.
Vélez, Gonzalo. “SEMEFO y la estética de lo macabro”. Uno más uno. Junio 1994.