viernes, agosto 15, 2008

Festejemos el espíritu de las Olimpiadas con sangre en las manos



Una vez más...

Nos encontramos ante los Juegos Olímpicos, y fuera de si consideramos bellas las rutinas gimnásticas, o si levantamos el pecho ante nuestros "orgullos nacionales"; pensemos si el espíritu de hermandad mundial, de competencia honesta, de demostraciones de los esfuerzos de los pueblos, no son en realidad un cruel ejemplo de las hegemonías de aquellas naciones que no pretenden sino dar al mundo una imagen de poder económico. Y...claro para hacer esta demostración, "EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS".

O ¿ya se nos olvidó la siempre recordada, pero nunca pasada masacre del 68? Ya se nos olvidó que Echeverría ocultó las desapariciones, los cadáveres, los tanques, la represión ante los ojos del mundo tras una bandera y un estadio olímpicos.

¿Ya tan rápido se nos olvidó la constante represión de China sobre el pueblo del Tíbet?

Ya se nos olvidó porque nos colgamos una medalla, ya se nos olvidó porque escuchamos nuestro himno nacional tras la bocina del televisor, ya se nos olvidó porque escuchamos el discurso de Rogge en la fiesta inaugural. Discurso demagógico como muchos, pero peligroso porque en los ánimos olímpicos, aquel que no pregone un espíritu deportista y de pertenencia al "progreso" globalizado se le acusa de radical, traidor, separatista y se le masacra.

Y así, una vez más, bienvenidas las Olimpiadas.

Fragmento del discurso de Rogge, Presidente del Comité organizador de los Juegos Olímpicos

[...] Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer al Comité Organizador de los Juegos de la 29ª Olimpiada de Beijing, y en particular al presidente Liu Qi, el gobierno chino, a toda la gente de China y a la ciudad de Beijing su magnífico esfuerzo y dedicación [...]

Los Juegos Olímpicos de Beijing, que duran dieciséis días, no sólo serán momento competiciones deportivas, también una buena oportunidad para conocer otras culturas. Podremos sentir la pasión que sólo las olimpiadas pueden darnos.

Los Juegos Olímpicos son una celebración única, cuando el deporte está en la mente de todo el mundo. Como los Juegos anteriores, los de Beijing tendrán que demostrar al mundo ¨qué son las Olimpiadas¨ para lo que todos los jóvenes se reunirán jubilosamente con el mismo objetivo y sueño, para compartir con pasión y alegría.

Amigos presentes aquí esta noche, deseo que ustedes disfruten de una excelente inaguración.
¡Que los Juegos comiencen!
Rogge, Presidente del Comité Organizador Internacional de los JJOO

miércoles, agosto 13, 2008

Entre notas rojas

Entre carnes y carnitas

El hueso de la pierna derecha se asoma entre la piel abierta, la grasa se esparce y deja una gran capa amarillenta sobre lo que todavía queda de piel. La otra pierna tiene la piel rasgada. En el pavimento, la sangre forma un gran charco que se va diluyendo junto con la lluvia de las tres y media de la tarde. Los curiosos se arremolinan alrededor de la mujer de 65 años que delira en el suelo, mientras un hombre arrodillado frente a ella le pide que siga consciente.
En la ambulancia 2 de Sipromédica conducida por: Rodrigo León Osorio y César Caballero Cardoso, salíamos del hospital de Traumatología del Sur del IMSS en la calle de Pestalozzi. En la radio se oía un llamado del Escuadrón de Rescate de Urgencias Médicas (ERUM) que pedía ayuda en la esquina de Torres Adalid y Cumbres de Maltrata. César, el jefe de servicio, respondió desde el asiento del copiloto.
Frente al mercado Nativitas, en Torres Adalid, una patrulla de tránsito cierra el paso de la calle. En la otra esquina un oficial interroga al conductor del camión de redilas blanco que ocasionó el accidente. Andrés Castellanos, dueño de la tintorería “Lux” de enfrente, pone en práctica los cursos de primeros auxilios que aprendió en la Cruz Roja mientras llegan los paramédicos.
En Insurgentes pasaba a nuestro lado una ambulancia del IMSS, Rodrigo hizo sonar el claxon y le gritó un adiós. Comentó que no los conocía, pero que una vez se burló de un compañero accidentado y César lo regañó ya que “esto es como una fraternidad” y los paramédicos deben de ser solidarios. Nos detenemos por el tráfico y una chica traviesa frente a nosotros, Rodrigo le chifla y después se disculpa diciendo que en ocasiones es necesario poner un poco de diversión al trabajo.
La ambulancia finalmente llega a la calle del siniestro. Rodrigo se asoma y comenta que ahora sí les tocó lo bueno. César se burla preguntándole si ahora no le va a dar asco. Mientras bajan los instrumentos, Rodrigo se ríe y le contesta que él no se desmaya ni le da asco, que sabe aguantar. Un policía les informa sobre lo sucedido, Rodrigo y César vendan ambas piernas y las envuelven en unos torniquetes de hule espuma.
César y el hijo de Doña Celia suben con ella en la parte trasera dónde toman los datos de la paciente. Rodrigo prende la alarma, conduce sobre el carril del metrobus y debido al tráfico lanza insultos cada vez más frecuentes. César mantiene a la señora despierta, con la mano izquierda se sostiene los lentes y con la derecha va llenando el formulario correspondiente.
Llegamos al hospital privado DALINDE en la calle Tuxpan. Rodrigo explica a un enfermero lo sucedido y le da a firmar la hoja con el reporte médico, pide hablar con un traumatólogo, pero un médico general que va pasando por ahí le dice que por el momento no hay ninguno.
La señora comienza a entrar en shock por el dolor. Después de diez minutos el Médico general y pide el diagnóstico a los paramédicos. Retiran los torniquetes, se ven los vendajes empapados en sangre. Rodrigo informa que la señora fue atropellada y que tiene una fractura expuesta bilateral en los miembros inferiores, avulsiva en la pierna derecha.
El médico pregunta si la señora tiene seguro social o medios económicos para hacer el pago. Rodrigo contesta que un hijo de la señora está afuera y que ya se comprometió a asumir los gastos. Con un tono de exasperación dice que lo importante es revisar la herida cuánto antes. César repite por tercera vez que la paciente necesita un traumatólogo urgentemente o perderá la pierna derecha. El médico sin haber oído ni hecho nada le da las gracias a los paramédicos y les dice que ya pueden irse.
Rodrigo se queda en la sala con Doña Celia. César recoge la camilla ensangrentada y sale. Sin sonreír, comenta que ya está acostumbrado a todo aunque lo único que no soporta es el hedor de cierta sangre. Continúa diciendo que en los hospitales no es como Rodrigo, que él sólo deja al paciente porque ya aprendió a no pelearse ni con los médicos ni con las enfermeras.
Diez minutos después subimos todos a la ambulancia. Rodrigo comenta que seguramente deberán amputarle la pierna a la señora al mismo tiempo que dice que tiene mucha hambre y pregunta qué se nos antoja comer. En el transcurso César y Rodrigo hablan sobre el hueso expuesto, las hamburguesas de ayer, el niño electrocutado de hace unos años, el café del Starbucks, la piel abierta, la pierna con sangre. Llegamos a un puesto de flautas y ellos concluyen que éste fue el suceso del mes.
Rodrigo pide cinco flautas de carnitas y César tres. Continúan recordando la imagen de las piernas destrozadas mientras dan una mordida, en el sartén con aceite se queda un pedazo de pellejo pegado. La grasa mezclada con la carne deja una capa blancuzca sobre el metal del comal y en el lugar se empieza a percibir un olor penetrante semejante al de la sangre a las tres y media de la tarde.

Fotografía: Enrique Metinides