domingo, noviembre 09, 2008

Fragmentos de "Mnémosine"

Se ha vuelto muy perdidiza, los cordones con cascabeles en la punta que le brotan de las manos como dos lágrimas de nostalgia no han servido de nada. Igualmente se sigue deslizando bajo las puertas con llave, por las rendijas de las ventanas policromadas y hasta por las grietas de los muros sin reparar. Hace cinco años, decidimos colgarle en el cuello una placa que brillaba desde tres kilómetros de distancia y que repetía con orgullo olímpico su nombre, la dirección, y teléfono. Esto confiando en el buen sentido de la gente o en caso de que un desgraciado samaritano se digne a regresarla, lo cual sería lo más lógico, ya que al fin y al cabo nadie quiere dos de ellas, con mantener y soportar a una ya es más que suficiente. Pero estas ideas paliativas en nada alivian mi mayor miedo, que es que un individuo con Alzheimer se la tope...

En los rostros de velorio se adivinaba, esta noche, la preocupación que provocó su nueva pérdida. Era imposible encontrarla, toda la familia, exceptuando a mi hermana y a mí, se desprendió de sus sábanas y se dedicó a aspirar las calles con las miradas y a torturar borrachos orinados para que confesaran si la habían visto o si la habían soñado. Dijeron que en esas condiciones yo no era de ninguna ayuda y alguien con capacidad de discernimiento debía esperar conmigo en la casa por si ella se dignaba a regresar y desde luego para cuidarme porque en ese momento me encontraba en un estado de esquizofrenia e incomprensión. Cada vez que se pierde me entra el desvarío y burbujean de mi boca rabiosa cuestionamientos existenciales inevitablemente obvios....

Hace no mucho se escondió en el auto, anteayer en la tienda y en una ocasión hasta en un baño público, siempre está huyendo, es por esto por lo que el pasado viernes le reclamé con histeria convulsiva sus ausencias y enfermé de enojo al observar su serenidad de gaviota nocturna mezclada con la indiferencia de un espejo roto*. La amenacé cambiar el resplandor de la placa metálica por la herrumbre de un ancla que la mantenga encallada a mis pies, ella me revolvió la melena mientras dio la vuelta para volver a salir. Al fin y al cabo, puedo bien vivir sin ti, le grité sin reflexionar, tan sólo tendría que hacer como papiros antiguos, infinitas listas de datos importantes como mi nombre, mi edad, mi oficio, mi dirección y teléfono, mi identidad, además de como cerrar el gas, bañarme, poner los seguros de las puertas, cocinar un huevo, usar los cubiertos y encender el auto. En respuesta, ella me acarició con los ojos e hizo una mueca de soberbia, bien sabe que nunca podré sobrevivir siquiera cinco minutos sin su presencia, dependo demasiado de sus favores y eso, eso ¡me enfurece! Después de reiterarme con su silencio cuánto la necesitaba desapareció con los moscos tropicales...

Para ser sinceros, a veces pienso que es mejor que nunca vuelva porque ya me tiene bastante harto con su rebeldía y palabras de monocordio desafinado, no tiene inventiva siquiera, tan sólo habla como padre cristiano sin fe...

Hoy, tras la nocturna búsqueda, desperté todavía amarrado a la silla y aun sin escuchar la noticia de su pérdida de la voz de mi madre, supe que se fue para siempre sin decir adiós. Pero descubrí sobre Los Vedas sus rítmicos cascabeles con una carta en la que confesó que nunca estuvo contenta con mis recuerdos y que mi pasado era demasiado torturante para su ligera ingenuidad. Mencionó que buscaría a otro más joven o tal vez a otro a punto de morir. Lloré por cinco horas Me miré en el espejo No pude moverme ni reconocerme Entré en la locura Intenté suicidarme...

Para leer el cuento completo:
www.kathauton.eu/2/revista.html