miércoles, septiembre 29, 2010

La mujer del mercader del río: una carta de Ezra Pound


Cuando yo todavía llevaba el pelo cortado sobre la frente
jugaba en el portal delantero, recogiendo flores.
Tú viniste con zancos de madera jugando a los caballos,
caminaste junto a mi asiento, jugando con ciruelas azules
y seguimos viviendo en el pueblo de Chokan:
dos niños, sin aversión ni sospecha.

Con catorce años me casé con vos, mi señor.
Nunca me reía porque era tímida.
Bajaba la cabeza y miraba a la pared.
Aunque me llamaran mil veces, nunca volvía la cabeza.

Con quince años dejé de fruncir el ceño,
deseaba que mi polvo se mezclara con el tuyo
para siempre y para siempre y para siempre.
¿Para qué seguir vigilando?

Te fuiste cuando yo tenía dieciseis años,
te fuiste a la lejana Ku-to-yen, junto al río de los remolinos,
y has estado fuera cinco meses.
Los monos hacen un ruido muy triste por ahí arriba.
Cuando te fuiste arrastrabas los pies.
En el portal ahora ha crecido el musgo, musgos
distintos,
¡demasiado profundos para limpiarlos!
Los hojas caen pronto este otoño, por culpa del viento.
Las mariposas emparejadas ya amarillean en el agosto
sobre la hierba del jardín del oeste;
me duelen. Me hago vieja.
Si has de venir por los vados del río Kiang,
por favor, házmelo saber de antemano
y yo saldré a recibirte,
iré hasta Cho-fu-sa.
Por Rihaku


Versión de Javier Calvo

domingo, septiembre 26, 2010

las relaciones se establecen, se corrompen, se destruyen, se tuercen, se mortifican, se fortalecen, se alimentan, se multiplican, agonizan y mientras...la hoja del fresno cae sobre nuestros hombros.

miércoles, septiembre 22, 2010

Ante la incertidumbre, no queda más que cargar la Colt1911 guardada en el buró; para tan sólo tener por cierto que si, por la noche, alguien aparece y en los ojos la despedida, no me quedará más remedio que dispararle tres veces directo al corazón y observar cómo con toda seguridad ningún otro adiós será posible.
Como respuesta al azar se encuentran los argumentos lógicos, porque ante la idea de que la ruleta de las fatalidades obligue a ciertos individuos a encontrarse con un objetivo ulterior puede resultar aterrador a nuestra razón... porque el tan sólo concepto de destino nos obliga a vernos mínimos e insignificantes.

sábado, septiembre 11, 2010

Soluciones posibles

Estoy descocida frente al espejo en el que veo perder las entrañas de aserrín una a una. Es mejor colgarse del balcón, amarrar la soga al cuello y terminar de una vez por todas con este asunto llamado « vida ». O en un ejemplo de cobardía, tomar el tren hasta quién sabe dónde, dejando las maletas sin hacer, sin nada más que cien pesos en la bolsa.

Me inventaré un sueño, un sueño en el que yo sea una otra sin nombre, una olvidada de mí misma. En la que las hebras perdidas, la soga y el tren sean los únicos recuerdos tibios.

Seré otra hasta que la tela rasgada se reconstruya y ninguna otra palabra pueda romperla.