Los dioses y mi mala memoria se confabulan en mi contra!!!
Primero que nada, una disculpa. Ya me regañaron, había posteado mal la fecha del concierto de The cure en México. Pues sí!!! Van a venir, el próximo 4 de septiembre, no en agosto como había mencionado. Con eso de que todas las fechas se me confunden... sólo espero que eso no pase con la de mi muerte y resulte que estire la pata o que programe mi funeral antes de lo concretado en el contrato. Pos yo no voy estar para poder acompañarlos. Trataré de que la envidia no me corroa. Andy: te encrago mi playera y las fotos!!! E insisto, aún hay tiempo para que le hable a Oscar (the darky boy) para que te acompañe, jajaja. Madre santa: espero que sí puedan ir tú y Mario y que recuerden su época de juventud, jejee. Canten por mí, también te encargo un souvenir y fotos del concierto. Pa' los interesados: la preventa inicia el 30 de agosto, o sea ya!!! |
PARA LOS QUE DISFRUTAN SER SODOMIZADOS Y PONERLE MUCHO LIMÓN: HASTA QUE NUESTROS BIOPOLÍMEROS SE RENUEVEN. Un poco de relato, ensayo y poesía. Pero también de arrebatos sobre aquellos talentos de la música y el arte visual que vale la pena visitar.
sábado, julio 31, 2004
The Cure en México!!!!!!!!
jueves, julio 29, 2004
Fear and Love-Morcheeba
lunes, julio 26, 2004
Machacándose los sesos
“TAN PRONTO como un escritor nos descubre la mecánica de su pensamiento, sus hábitos mentales, sus reacciones acostumbradas y el cielo bajo de sus ideas preferidas se nos cae de las manos y de la gracia. Guárdate de descubrir tus rutinas y tus procedimientos y haz creer que tu cerebro no repite jamás sus operaciones y que la tapa de tus sesos es el espacio infinito.”
(Meditaciones críticas, Torri) Rebanada, tras rebanada, tras rebanada. Hoy he comido suficiente, he comido hasta el hartazgo. Me han autorizado por fin ejercer mi profesión de caníbal sin riesgo a ser capturado. Y es que a los de mi clase, solían recluirnos en hospitales incendiados de lamentos y rugidos cúbicos que se empotraban en los pasillos semidesnudos y semibarridos, además de que nos repetían frases de “El silencio de los inocentes” con el fin de atormentarnos y hacernos ver lo que nos deparaba el futuro. Jamás me creí eso de terminar siendo un genio en Criminología, así que cuando nos gritaban las citas, tan sólo les daba por su lado y me decía una y mil veces que primero muerto a terminar descifrando casos evidentemente ficticios y poco probables en este mundo o al menos en este lado de él. Pero ya poseo mi credencial de lector, la cual muestro con gran orgullo, y que verifica que soy un ciudadano consciente y que tengo libre albedrío. Ahora puedo andar libre sin temor a ser asesinado o insultado al querer comprar mi débil, pero aún existente, dignidad con cubetas, camisetas o litros de leche cuajada y a medio pudrir. Libertad de pensamiento. Libertad de amordazar y destrozar con los dientes mal lavados a unos cuantos inocentes los cuales, por cierto, no tienen muy buen sabor debido a la carencia de adrenalina en el cuerpo acostumbrado a vivir en confesionarios e iglesias con olor a vino rancio. Por eso siempre he dicho que lo más importante, de poder comprobar la mayoría de edad, es el tener la libertad de desollar a infames corruptos de carne asombrosamente rojiza y suave como la de los corderos recién destetados. Ya sólo me falta beber la sangre fermentada que se acumula en las esquinas del cuarto derruido, sucede que se encuentra en condiciones tan infames que ni los de la hipoteca han querido echarme por miedo a perder algunas de sus ganancias o su fama de grandes administradores y usureros. Espero poder beber en paz. Bendice Señor estos alimentos… |
De moscas y para moscas
¿Las moscas pican o sólo sobreviven a fuerza de revolotear sobre la mierda?
P.D. Quien sepa la respuesta, favor de decirme también qué se siente ser mosca y reproducirse en temporada de lluvia. Bla bla más bla. |
domingo, julio 25, 2004
Mientras dejas enfriar el te...
Ya van más de once veces que se ha escuchado el estruendo que provocan los constantes puñetazos en la puerta, pero la taza de té aún descansa amodorrada sobre el plato medio manchado por el azúcar húmeda. Arria se ha acomodado la larga trenza negra de tal forma que no resuenen los cascabeles, los cuales le sirven como amarras, cada vez que hace ligeros movimientos a ala derecha cuando se rasca el pie izquierdo con las uñas a medio pintar y a medio desprenderse. Sin embargo ya es más que inútil el intento de alcanzar su pie, el dolor de estómago le evita el siquiera poder extender lo suficiente cualquier extremidad como para negar que su anatomía carece de tendones.
Los azotes en la puerta comienzan a reconciliarse con sus gemelos: los truenos que operetan en el exterior. La trenza se ha desecho mientras Arria se retuerce con frenesí sobre el edredón. Los cabellos enredados se confunden ahora con los innumerables pelos de gato que brincoteaban, hace un momento, cada vez que Arria se reacomodaba y alargaba el brazo para poder rascarse. El té se ha puesto más oscuro de lo normal, a decir verdad, ha dejado su tinte mohoso para asemejarse más a la sangre cuando coagula y comienza su proceso de putrefacción. Han dejado de golpear, Arria continúa retorciéndose. El gato asoma la cabeza por la ventana, salta sobre la cama y ronronea alrededor de esos pies amoratados y casi deformes debido a tantos latigazos matinales. La puerta se abre y entra un hombre de anteojos, no muy alto, no muy fuerte, no muy guapo, no muy él, se acerca a la cama y se sienta casi en la orilla mientras se quita los lentes y los limpia con la manga izquierda de su camisa. Hace un gesto amable y dubitativo a la vez, uno de esos que se amarran a la cara en los instantes en que la hipocresía nos entra, y que sólo pueden salir gracias al agua bendita, los rosarios legítimos y los exorcismos. La hinchazón en el vientre es cada vez más exagerada y los gestos amables cada vez más renuentes. La excitada lluvia acaba de dejar su última fogosidad en las calles, las cuales ya permanecen ligeramente susurrantes desde hace poco menos de doce minutos. El hombre maduro decide finalmente tomar el cuerpo de Arria y llevarlo consigo, al cargarlo ambos brazos femeninos se desdoblan simultáneamente, dejando ver uno de ellos los puntillos rojos que sólo se adivinan cuando Arria por descuido recoge las mangas de la blusa. Esta vez parece que es muy tarde, parece que el té ya se ha enfriado, parece que será necesario recalentarlo en las placas eléctricas, o por lo menos agregarle un chorrito del agua caliente que aún está sobre la mesa. Ya son casi las siete de la mañana, --es muy tarde, anuncia la voz delirante de Arria. Ella se consuela,-- ya es muy tarde para dejarla, para decirlo, para decir-“té…”, ya es muy tarde para ignorar que en la naturaleza está todo, incluso la muerte vive en ella. |
Citas que deben de ser citadas
"Sólo lo que piensa en tí tiene sabor a eternidad" (Altazor, Huidobro)
" ¿Puede hablarse de un progreso humano porque el hombre tenga más poder si su conciencia no es más pura ni sus fines más honestos? No importa tanto lo que se tenga como el empleo que se le dé: ¿No es hoy motivo de profundísima inquietud el terrible desnivel entre los medios de que dispone el hombre y la conciencia que tiene de cómo ha de emplearlos? Es decadencia y no progreso saber lo que se puede y no saber lo que se debe. O sabiéndolo, no querer hacerlo." (J.M. Gallegos Rocafull) "Hay que retroceder para seguir avanzando" (está cita no tengo ni puta idea de quién es, pero en fin) " El gozo irresistible de perderse, de no ser conocido, de huir." (Tres libros, Torri) "A veces la sola presencia de alguna persona nos conforta y alienta. Un simple saludo, la sonrisa de un amigo por la calle, nos reaniman y nos hacen olvidar nuestros desfallecimientos" (más Torri) "El punto antípoda de la exaltación espiritual en que somos subyugados por Diónisos es el instante de hondo aburrimiento en que se aflojan totalmente los resortes de la voluntad y pierden su interés las vagas metas hacia donde gobernamos nuestras vidas. Estos dos polos encierran la vasta gama de nuestras emociones." (Un poco más de Torri) "El hombre no es un mecanismo de relojería nivelado y sistemático. La emoción sincera es una forma de suprema arbitrariedad y desorden específico." (Los estridentistas) |
jueves, julio 22, 2004
Si de sueños y pesadillas hablamos...
La necesidad del Hombre de materializar la realidad onírica por medio del Arte: Dalí y el surrealismo
EL SURREALISMO está al alcance de todos los inconscientes. ¡PADRES! Cuenten sus sueños a sus hijos. « Bureau des recherches surréalistes. » El Hombre desea y sueña por una simple y llana razón, porque es Hombre. Freud, una de las principales influencias de los surrealistas por lo tanto de Dalí (1904-1989), comprendió que la importancia de los sueños del ser humano no radica en que éstos sean calcas de nuestras experiencias cotidianas—aunque sí estén relacionadas, sino que son las palabras que nuestro inconsciente desea escupir. De este modo, André Breton inició con el movimiento, que continuó al Dadá, que se basaría en la idea de que “ ‘la velocidad del pensamiento no es superior al de la palabra’ ”(Nadeau,72): el Surrealismo. Y este movimiento sería el medio para conocer regiones anteriormente no exploradas: el inconsciente, lo maravilloso, los sueños, los estados de alucinación, etc. Es decir, que el artista debe darse a una soltura en la que escupa los gargajos que se le han atorado en la faringe de su inconsciente, y así que la obra de arte se convierta en una liberación del espíritu. El Hombre ha necesitado del Arte para que éste sea lo que él sueña o quiere ser, el Arte es la materialización de nuestra realidad onírica. De modo que al observar el cuadro titulado Instrumento masoquista, pintado por Salvador Dalí entre 1933 y 1934, notamos un perfecto ejemplo de un “sueño pintado”. ¿Comprendemos o pretendemos que comprendemos? Nuestros innumerables procesos mentales en los que sudan y trabajan, pasando la información de sinapsis en sinapsis, horas extras nuestras neuronas —a quienes por cierto a penas y les alcanza con el salario mínimo de nuestras cuatro o menos horas diarias de sueño, son tan complejos que difícilmente logramos materializarlos. Hombres, pequeños hombrecitos insignificantes a comparación del inmenso universo, pero aun así nuestros pensamientos se asemejan al dédalo, tanto que somos Minotauros hambrientos de conocimiento y a los que alimentan de catorce víctimas inevitablemente. Siendo nosotros Minotauros, somos nosotros surreales; porque el surrealismo no es un escape de la realidad, sino es una profundización de ésta, es una necesidad de comprender nuestro mundo sensible, una aprehensión de lo tangible por medio de nuestros sueños y deseos. Las imágenes delirantes del surrealismo tienden a ser representaciones materiales del mundo desconocido de nuestra irracionalidad. Dalí expresaba de sus pinturas: “cómo quieren ustedes que ellos las comprendan cuando yo mismo que soy el que las hago, no las comprendo.” (Bosquet,142). Sin embargo el hecho de que él mismo no comprendiera sus obras no significa que éstas carezcan de significado, al contrario, su significado es tan complejo que escapa al simple análisis de la intuición lógica. Y es que el significado del que habla Dalí, es un significado relacionado con los gargajos del inconsciente. La obra se convierte, de esta manera, en un bacín de aquello que las fuentes de nuestra memoria y nuestras obsesiones han desechado. La década de los treinta es intensa para la obra del pintor ampudarnés, todos los temas de sus obras salen a relucir en estos años. Los temas más constantes son: los objetos blandos, los organismos y alimentos en putrefacción, los cajones de la memoria, la obsesión por El Angelus de Millet, entre otros. No hay que olvidar tampoco que el tema de los objetos blandos, recurrente, como ya se dijo, en los óleos del pintor, es para Dalí lo digerible, lo sustancial, a contraposición con lo duro que es lo impenetrable e irreductible en principio al conocimiento. Un ejemplo de este tema es la obra a estudiar: Instrumento masoquista. Esta obra muestra una especie de cuarto en el cual al fondo se observa tras una ventana el torso de una mujer desnuda que sostiene —sacando el brazo del recuadro— un violín derretido, a la derecha del óleo se observa un ciprés que está siendo herido por una vara. La blandura del violín alude a la metamorfosis que el sueño produjo en él o a su condición de fantasma del objeto real. Es decir que el objeto es concebido por la mente —durante el estado onírico— como un instrumento imposibilitado para realizar su funcionamiento, debido a su composición blanda. Esta composición se contrapone con la rigidez que el violín posee en la realidad cotidiana, habiendo así una contradicción de la imagen del cuadro con la imagen que la mayoría de nosotros poseemos del objeto “real” como tal. La condición de fantasma del objeto real, que se presenta en el cuadro, se relaciona con el concepto platoniano según el cual este mundo es sólo la representación de otro mundo en el cual están las Ideas como tales. El violín del sueño no es el violín tal cual, es sólo una representación de éste. Sin embargo, es en el cuadro en donde se materializa y se hace evidente también el dédalo de nuestra mente. Y es que el estado de sueño y el estado de la vigilia son dependientes el uno del otro, “los expertos en neurología saben que del mismo modo que sin estar despiertos no podríamos comer, trabajar, etc; la ausencia de sueño nos impediría realizar cualquier tipo de acción durante la vigilia.” (J.A.L, 35), así como la realidad cotidiana es dependiente de la realidad onírica y viceversa. El Hombre es incapaz de acceder al mundo de las Ideas, y también es incapaz de acceder por completo al mundo de su inconsciente —y no es porque éste carezca de lógica—. Algunos de los acercamientos posibles son esos que los artistas realizan al escupir la saliva que fluye en su mente y dejarlas caer en sus obras. Las imágenes de las pinturas dalinianas son fantasmas que andaban deambulando y que tras haber estado en el avión de la mente del pintor, meditando largo rato si es la hora de saltar o no, terminan aterrizando—sin paracaídas— en los óleos. No podemos comprender un mundo al que a penas logramos recordar por las mañanas. El mundo de nuestros sueños nos es tan desconocido debido a que continuamos siendo los Minotauros de siempre y no es a nosotros a los que se nos dará el hilo de Ariadna. No somos Teseos, no somos héroes, no somos Dioses, somos Hombres. Estamos en nuestro laberinto y lo único que nos queda es esperar a que el conocimiento nos llegue y devorarlo como bestias. Pero sí podemos conocer a través de nuestros sueños o delirios, de ahí la creación de la actividad paranoico-crítica de Dalí. Esta actividad es “un método espontáneo de conocimiento irracional basado en la asociación interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes.” (Bosquet,146). Es decir, que conocemos a partir de la interpretación y crítica de nuestros deseos, delirios, sueños, etc. No podemos saber como se da ese conocimiento o como se dan esos “fenómenos delirantes”, como ya mencioné, son mundos desconocidos, galaxias aún no descubiertas, pero sí podemos conocernos a partir de ellos. Instrumento masoquista no es más que un ejemplo de las irracionalidades del excéntrico pintor, la contraposición del violín blando con la vara y los muros son muestra de ello, así como el hecho de que la vara apunte al ciprés y éste represente el dolor o las heridas. Así que el elemento innato al ser humano que es; la paranoia: “delirio de asociación interpretativa que comporta una estructura sistemática” (Bosquet, 146) permite la creación de la obra de arte. Es decir, que no significa que la estructura sistemática de la paranoia provoque en el Hombre una obligación o un compromiso intelectual de asociar los sueños con la realidad tangible, sino que ya que la paranoia es un delirio, la asociación se da de manera espontánea, y es sólo cuando se lleva a cabo la actividad crítica cuando las estructuras se hacen evidentes. La actividad crítica tiene que ver con el proceso que seguimos para conocernos a través de los delirios. Las imágenes de nuestros sueños sí poseen una coherencia, pero es la actividad paranoico-crítica la que la revela. De modo que el artista surrealista debe pasar por este método espontáneo para darle significado a su obra, y así conocerse. Dalí y muchos otros surrealistas, solían comenzar muchos de sus cuadros inmediatamente después de haber despertado. Los sueños que vivieron durante la etapa en la que dormían sí poseen coherencia, pero es en su pintura —que se realiza en el estado de vigilia— en la que se hace más evidente la relación de las imágenes —pertenecientes a la irracionalidad o inconsciente— con la realidad cotidiana. Es así como se lleva a cabo la materialización de los sueños. Las imágenes en Instrumento masoquista son un conjunto coherente de relaciones significativas, los elementos no están aislados. El violín imposibilitado de funcionar se relaciona con la imagen de vulneración del ciprés herido. Es decir, el violín es un instrumento de masoquismo para la mujer del cuadro, así como lo es la vara para el ciprés. También la composición de la mujer tiende a la flacidez, tal como el violín, mientras que el ciprés y la vara, por el contrario, son elementos de composición rígida. El Arte es la evidencia de la sistematización de nuestros sueños. Escribimos, pintamos, esculpimos, en fin: creamos con el afán de hacer perceptible la lógica de nuestro mundo onírico y así poder comprenderlo con más facilidad. El dédalo continua siendo un dédalo y el Minotauro continua siendo Minotauro —el Hombre siempre será Hombre— y es imposible que comprendamos los procesos de nuestras neuronas por completo. Y es que desgraciada o dichosamente el laberinto humano no venía con instructivo integrado —tal vez habría que regresarlo a la tienda o reclamar en el departamento de quejas. Sin embargo, claro está que el laberinto sí tiene una entrada y una salida y que sólo falta seguir los señalamientos lógicos—a pesar de que en ocasiones sean ilegibles debido a los graffitis pintados por nuestra propia complejidad humana— que nos indiquen para donde seguir conduciendo nuestros vochitos o BMW mentales. Aún no se ha encontrado la respuesta neurológica a la pregunta ¿para qué sirve soñar?, pero al menos un consuelo seguro es que nos puede servir para crear. Los sueños y las obsesiones de Dalí son personales, y en principio intransferibles, pero su lenguaje pictórico es el instrumento del que se vale para dar a ese mundo un valor universal. “El surrealismo es un todo, un todo viviente. Ha entrado en la vida de todos los días. [...] Toda manifestación que escapa a la vida chata y común, por poco que asombre es surrealista. [...]” (Nadeau,19). El surrealismo está en todo porque es parte del Hombre, y parte del él son sus sueños. Seríamos demasiado necios al querer afirmar que la realidad cotidiana es la única realidad posible. Aunque hay que tomar en cuenta que muchos de nosotros sí afirmamos esto día tras día. Vivimos como hombres automatizados e ignoramos nuestra realidad irracional. ¿Cuántos de nosotros vivimos una vida “chata y común”? Para ser sinceros—a pesar de que mi respuesta dañe los egos de algunos cuantos— yo creo que la mayoría. Y si acaso tomamos en cuenta nuestra realidad onírica, no somos capaces de pasar por la actividad paranoica-crítica y despertar en nuestros delirios su estructura sistemática. De ahí el poco crédito que le damos al Arte, muchos lo consideran el “oficio del ocio” y ven en él más una tarea inútil que un médium revelador. Los poetas en Grecia se consideraban seres con los cuales los Dioses se comunicaban, ahora se consideran excéntricos, despilfarradores, y locos. Lo revelador del arte no es decir algo nuevo, sino decirlo de una forma nueva. Las imágenes surrealistas pueden ser ya conocidas por el espectador, pero la nueva forma de interpretación dependerá tanto del artista como del que observa la obra. Debe de haber una renovación de los mecanismos asociativos, un cuadro de Dalí puede estar compuesta por un sinnúmero de imágenes simultáneas sin que ninguna de ellas sufra modificación alguna, y aún así nos puede parecer innovadora. “Diferentes espectadores verán en ese cuadro imágenes diferentes;” (Bosquet,148). Los sueños de un artista en particular —en este caso Salvador Dalí— se volvieron tangibles en el óleo escapando de la cotidianeidad y se regocijan ante cada nueva mirada que se cruza con ellos. Cada nueva mirada materializa más los sueños, sueños que no pertenecen más al artista-creador, sino a aquél que se atreve a soltarse del pasamanos llamado inmediatez material y correr el riesgo de acceder al mundo de sus propios delirios. El que observa descubrirá en la obra —sea pictórica o no— nuevas y objetivas significaciones de lo irracional, hará pasar de manera tangible su propio mundo del delirio al plano de la realidad, y así, sólo así se podrá afirmar surrealista. El surrealismo se nutre de la irracionalidad, y a su vez ésta se alimenta del surrealismo mismo. El canibalismo de estos animales se debe a que es necesario tragarnos la deliciosa piel de las surrealidades para poder acceder a una lucidez irracional. El surrealismo se encuentra entre dos puntos entre el Arte y el de la Ciencia, “[...]surrealistas [...] no somos exactamente artistas, ni tampoco excesivamente hombres de ciencia; somos el caviar, y el caviar es la extravagancia y la inteligencia misma del gusto,”(Bosquet,139). A la irracionalidad no le había quedado más que escoger entre uno u otro, pero al encontrarse con el surrealismo, su canibalismo se vuelve exacerbado —al grado de que sea lo surreal el único alimento permitido en su dieta—. El mundo de los sueños no puede vivir sin el surrealismo, porque la materialización de lo irracional en una obra no se debe al simple acto artístico, se debe también a un proceso científico, un ejemplo es le de la actividad paranoico-crítica. Dalí no pudo haber creado Instrumento masoquista si partía del presupuesto “arte por el arte”, Dalí pintó a partir de un proceso crítico de su irracionalidad. Le fue necesario el Arte para materializar su realidad onírica, pero la materialización no se dio por generación espontánea. Somos Hombres y necesitamos comprender y hacer tangibles nuestros delirios —aceptemos que ya es el único camino dorado que nos queda: el de la comprensión, porque el del olvido o el de la ignorancia no nos han llevado a encontrarnos con el mago de Oz. La comprensión de nuestros sueños a partir de procesos críticos nos llevarán irreductiblemente a la comprensión de nosotros mismos. Y aceptémoslo o no, entendernos es un proceso necesario para comprender nuestro mundo. Adrianation o el ÁcIdO rIbOnUcLéIcO. Bibliografía: Bosquet, Alain. “Las aguas donde nadamos”. Dalí desnudado. Paidós: Buenos Aires, 1967. 137-141. -----------------. “Mis plazas fuertes”. Dalí desnudado. Paidós: Buenos Aires, 1967. 142-148. J.A.L. “Para qué sirve soñar”. Muy interesante. no. 33. 35-37. Nadeau, Maurice. “A manera de introducción”. Historia del surrealismo. Santiago Rueda: Buenos Aires, 1948. 19-22. -------------------“La época de los sueños”. Historia del surrealismo. Santiago Rueda: Buenos Aires, 1948. 69-76. |
Pulp fiction vs. la Revolución Mexicana
La violencia y la aceptación de la muerte: ¿el ser violentos nos hace más humanos? La antesala de la muerte es la vida misma, nuestra espera puede estar acompañada tanto de revistas Vogue como de una Biblia. Y.M. Cartucho, editado una primera vez en 1931 y una segunda en 1940, es un libro que relata sobre lo que mucha gente no quiere oír: sobre la muerte y violencia. Una violencia que duró cuatro años en el estado de Chihuahua (1916-1920), una violencia revolucionaria y nacional. Así los Hombres vivimos con los ojos cerrados, la boca cerrada y los oídos tapados, negándonos a todo elemento alterador de nuestra cómoda y cotidiana realidad. Tal vez es por esto que los textos de Nellie Campobello (1900-1986) han sido ignorados e incluso criticados, y es que a nadie le gusta leer verdades, verdades sobre los límites de lo humano. Los relatos de Campobello van más allá de ser verdades históricas, empezando porque “es difícil atribuirle un género a las obras, [...] de Campobello. Ella misma hace inútil toda discusión de esa calidad; sin pretender borrar las fronteras entre lo ficticio y lo histórico.” (Aguilar,32). Así, Nellie nos suelta mientras nosotros nos sostenemos en el hilo de la cuerda floja de nuestra realidad humana —sin una sombrilla rosada de encaje para mantener el equilibrio, ni una red de seguridad que nos dé confianza. Textos como “Las tripas del general Sobarzo”, “El ahorcado”, “El muerto” y “Desde una ventana” nos hacen ver, a través de los ojos de una niña, cuadros violentos y atroces sobre una de las características humanas más aterradoras: la violencia. Sin embargo, he ahí el riesgo, sus relatos tienden a ser tan naturales y tan artificiales —tan poco ficcionales y tan poco históricos— que nos hacen dudar sobre la propia naturalidad y artificio de la violencia y muerte humanas. El estilo de Nellie Campobello puede ser calificado de numerosas maneras: coloquial, ágil, breve, instantáneo, vivencial, fotográfico e inocente. “Ese trato constante de las palabras con el silencio; ese parentesco en acción del silencio con la sobriedad irónica, tierna, de frases elípticas, breves, brevísimas [...]” (Aguilar,10). En fin, pero algo que nos queda en la memoria es su mirada infantil, esa visión amoral de los acontecimientos, que se nos pega como con un post-it en la espalda, el cual no notamos en primera instancia pero que finalmente descubrimos, con cierto desagrado algunos— tal vez su papelito decía algo como: “Soy un idiota, patéame”— pero con cierto agrado otros tantos. Y es que a muchos tener una mirada infantil puede parecer un síntoma del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, ya que se es vulnerable a todo y a casi todos. En los textos de Campobello, pareciese que “Y con aquella distancia infantil, la narración denunciaba y ridiculizaba los juegos de los adultos donde se mata, se ejecuta prisioneros, se asesina, se masacra con una legitimidad que no tiene otro sustento que la supuesta seriedad de la edad madura, [...]” (Aguilar,19). Vemos la muerte con un desprecio tal, que más nos asusta el llegar a ella que vivir realmente. Sin embargo, no debería ser el acto de morir el monstruo que nos haga saltar debajo de la cama, debería ser —como ya cité— nuestra capacidad de asesinar al otro. Y es que nos creemos tan aptos para dejar de ser humanos y convertirnos en Dioses que pensamos que tenemos razones válidas para acabar con el derecho de vida de otro ser vivo. Las guerras nos son tan comunes como nos son nuestro cereal del desayuno y nuestras frituras de media tarde, nos comemos con morboso goce las noticias impresas en el Alarma o el noticiero Hechos, o “La niña sabía ver [...], la otra muerte, la virtual, la que traemos siempre con nosotros, a veces casi tangible, a veces sólo visible, casi siempre agazapada.” (Aguilar,21). Algunos dicen que sólo los perros y los niños pueden ver la muerte, tal vez sea una afirmación acertada. Y es que los adultos no la vemos porque la negamos: gran error. Hemos olvidado que la negación de algo sólo nos llevará a su afirmación misma; siguiendo el principio de la lógica, que dice que para negar A — A igual a la muerte en este caso— es necesario primero que A exista. De modo que debemos desengañarnos, somos mortales y seguiremos siendo mortales por muchas cirugías plásticas a las que nos sometamos, por mucho que busquemos la fuente de la juventud y por mucho que creamos en la criobiología tal como lo hizo Walt Disney. La muerte nos acompaña desde que nacemos —como ya mencioné. Ella, la dama de negro viene pegada a nosotros, tal como se adhieren las ropas en el tiempo de la canícula. Bendita ella, compañera fiel que nunca nos deja solos. Tal como nos lo demuestra Campobello, ella a veces es un poco tímida y no se quiere dejar ver por miedo a que las fotos no muestren su mejor lado. Suele sucederle, como a muchos de nosotros, que aparece con los ojos cerrados, un perejil entre los dientes, haciendo muecas o volteando para otro lado —posiblemente esto último sucede porque le está coqueteando a una de sus próximas víctimas. Sin embargo “vamos blancos por el ansia de la muerte [...]” (Campobello,76), sabemos que moriremos —a pesar de que la mayoría de las veces demostremos todo lo contrario— pero no sabemos cuando. Aunque sin querer andamos llamando a la vanidosa catrina, a cada segundo más que respiramos, más cerca, más cerca cada vez, ella sólo camina segura y orgullosa con su vestido y peinado alto. Sin saberlo festejamos la muerte, le rendimos un tributo en cada funeral al que asistimos —y es a ella, porque dudo mucho que sea al cuerpo inerte acostado en la cajita. La alabamos tanto que bajo pretexto de preservar las tradiciones “puramente” mexicanas, le seguimos festejando su día, tal como lo hacemos el diez de mayo a nuestras madrecitas santas. Está subida en el pedestal más alto de nuestras iglesias, recordemos la cancioncilla: “polvo eres y en polvo te convertirás” que bien nos sabemos de memoria. La vemos como a la reina del festival, subida en su carrito alegórico y rodeada de globitos y serpentinas de colores. Hemos olvidado su verdadero carácter: “sencillita y carismática”. Ella no es la catrina orgullosa que nosotros creemos, se asemeja más bien a la vecina de mascarilla de aguacate que barre el pedazo de banqueta de afuera de su casa, y es así como la puede ver Campobello, como la vecina de al lado. “Nosotras ansiosas, queríamos ver caer a los hombres, nos imaginábamos la calle regada de muertos.” (Campobello,76), relata la autora de Cartucho en uno de sus cuentos. La visión infantil de Campobello resulta natural ante la muerte porque ella aprendió a verla más como una compañera inevitable que como una princesita a la que hay que rendirle tributo. Estamos de acuerdo en que acostumbrarnos a la idea de que vamos a morir y ver a la muerte como nuestra compañera fiel no significa que debamos de hacerla nuestra amante —que quede claro, que para nada he recomendado la necrofilia como una opción viable. Así que podemos descartar también la idea de pensar que los sacrificios humanos involuntarios, es decir en los que la víctima ignora que es la ofrenda para la divinidad, son perfectas demostraciones de nuestra aceptación de la muerte —que conste también que no es una crítica a lo prehispánico, en ese caso sí había una voluntad del individuo para ser sacrificado. Por supuesto que con esto me refiero a que debemos pensar que producir muertitos en serie, numerados con etiqueta y código de barras, y tal vez hasta envueltos para regalo, no es una idea razonable —no vaya a ser que tanta sobre-demanda provoque una baja en los precios, y que terminemos vendiendo nuestros muertitos último modelo al dos por uno. Sin embargo, tampoco pretendo decir que Campobello sea cruel al afirmar: “Buscamos y no había ni un solo muerto, lo sentimos de veras; [...]” (76), más bien resulta que ella parece seguir el relativismo de Einstein y piensa que la visión de la realidad depende de dónde esté situado el espectador. La manera de ver la muerte está relacionada con la manera en la que vemos la vida misma. Si vemos a la muerte como parte inherente del ser humano entenderemos más, que morir es nuestro destino innegable y terminaremos por verlo naturalmente. Y si comprendemos la crueldad y el horror de las cuerdas que mueven por detrás los intereses de una guerra, entonces comprenderemos también el temor que experimentamos al ver un muerto ante nuestros ojos. No es en sí que debamos temerles a esos cuerpos, sino que debemos temernos más a nosotros, los que quedamos vivos. Temamos a los vivos porque son ellos los obreros que producen en serie. “No matarás” es el quinto mandamiento, parece más una imposición moral si leemos la frase desde el contexto religioso, aunque si lo vemos desde el punto de vista antropológico, notaremos que es más que nada una simple regla de supervivencia. Con esto quiero decir, que si todos matáramos a nuestro antojo —con la misma frecuencia con la que defecamos— posiblemente acabaríamos solos y tristes en el mundo, así que es mejor que aprendamos a contener nuestra rabia —es un proceso complejo, en ocasiones hay seres que pueden despertar en cada uno de nosotros, débiles Jekylls, a nuestro Hyde. Ese Hyde violento no es más que un ejemplo de la dualidad humana. Tal vez sí seamos violentos por naturaleza —algo que se tomaron muy en serio los protagonistas de la historia escrita por Quentin Tarantino— y por eso hayamos creado los aparatos judicial, religioso, ético, etc; con el fin de contener a nuestro Minotauro, quien reclama hambriento a sus catorce víctimas diarias. Somos viscerales pero también racionales. Somos una mezcla perfecta, o imperfecta, de Dioses y bestias. Los cadáveres son incluso símbolos de belleza —si los vemos a través de los lentes morados que nos proporcionan la visión de la autora— ya que tienen el magnífico poder que les da el haber, en tan sólo un instante, pasado de ser sujetos a ser objetos. “Desde arriba del callejón podíamos ver que dentro del lavamanos había algo color de rosa bastante bonito. [...] ‘¡Tripitas, qué bonitas! [...]’ ” (Campobello,85). Pero, es importante remarcar que el hecho de ver en un cuerpo sin vida algún rasgo estético, tampoco quiere decir que para seguir regocijándonos con el “arte de la muerte” es necesario que andemos acribillando individuos y así “creando” ejemplos de belleza. Sí es necesario que poseamos una mirada crítica frente al acto de matar, pero no frente a la muerte y mucho menos frente a los muertos mismos —pobres muertos, tan solos y nosotros todavía mirándolos con desprecio. Veamos a los muertos con mirada infantil y juguetona, como a esos futuros compañeritos de clase —y es que querámoslo o no, tarde o temprano pasaremos a sexto grado de la primaria no. 56 “Doña Catrina: la dama de negro”, así que en algún momento de nuestras vidas —mejor dicho, de nuestras muertes— llegaremos a tenerlos sentados en la banca de al lado en la clase de “Español: cómo aprender a comunicarse con los entes vivos”. Será mejor que vayamos acostumbrándonos a verlos —y no porque debamos volvernos insensibles, y así convertirnos en matones a sueldo— y podamos decir: “como estuvo tres noches tirado, ya me había acostumbrado a ver el garabato de su cuerpo, [...] durmiendo allí junto de mí. Me parecía mío aquel muerto.” (Campobello,88). Nos podemos acostumbrar a los muertos, tal como lo hizo Campobello quien “percibió cómo estos personajes, que tal vez no poseían su vida por completo, sí asumían íntegramente su muerte como el recinto inexpugnable de su redención. [...] Eran desposeídos, eran la escoria, eran bandidos, pero nadie podía arrancarles el dominio sobre su modo de morir.” (Aguilar,24). Lo único que realmente poseemos es nuestra propia muerte, nadie puede arrebatarnos eso. Esa experiencia nos pertenece, nadie puede morir en nuestro lugar. Pueden otros, a través de actos violentos, arrancarnos el derecho a decidir el momento en que terminará nuestra vida, pero jamás la sensación que esto nos producirá. La violencia es el medio que el hombre a buscado para hacerse más humano, queremos ser Dioses, pero a la vez nos aterra esta idea, así que buscamos asemejarnos un poco a las bestias. Por otro parte, buscamos tanto el querer anticiparnos a la experimentación sensorial y emocional de nuestra muerte, que pretendemos vivenciar el acto de morir a través de la aniquilación de un otro. Saber si el ser violentos es o no un modo de ser humano, es una pregunta que requiere hacerse muchas más preguntas anteriores. Empecemos por cuestionarnos sobre ¿qué es ser Hombre? y ¿qué significa ser violento?, tal vez para nuestros tibios ojos el ahorcar a un individuo en un campo de Chihuahua sea un acto escandalizador, pero tal vez para otros sea un acto de justicia. La violencia se nos atraviesa en cada esquina, el problema no es éste, sino que no la sepamos ver, nos parece criticable el hecho de que a la pequeña narradora de los relatos de Campobello le parezca cotidiano y perfectamente deseable el ver villistas y carrancistas tirándose de balazos en medio de las calles, pero nos parece agradable y risible el ver a un coyote explotándole en la cara una bomba marca ACME, solamente porque intentaba matar al correcaminos. Cada uno de nosotros es un Minotauro, un Mr. Hyde y un coyote, nos enrabietamos con la misma facilidad con la que prendemos un cerillo —en ocasiones agradecemos no ser ciudadanos americanos para así no tener tanta accesibilidad a una pistola y acabar repitiendo la masacre de Columbine, pero siempre podemos ver a la muerte a la cara y pensar que debemos esperar que el ticket con nuestro número sea el siguiente, siempre podemos comprender que el exterminio no nos dará una idea más clara de lo que será el acto de morir mismo. Adriana A. Romero Nieto (Ácido Ribonucléico) Bibliografía: Aguilar, Jorge. “El silencio de Nellie Campobello”. Cartucho: relatos de la lucha en el Norte de México. Era: México, 2000. 9-40. Campobello, Nellie. “El muerto”, “Las tripas del general Sobarzo”, “El ahorcado”, “Desde una ventana”. Cartucho: relatos de la lucha en el Norte de México. Era: México, 2000. 76-77, 85, 86-87, 88. |
Estando apoltronada
LLevo horas, horas sentada frente a la máquina cansada y llorosa, tanto que la celulitis de las nalgas se ha convertido en una sustancia más gelatinosa que los mocos que vendían fuera de las escuelas y que se pegaban a las paredes.
He escuchado mil y un veces mi nuevo y genial cd de Radiohead, cabe mencionar que estoy en la quiebra y aún así sigo gastando, repito los tracks como letanías en día de iglesia. Me persiguen mis prestamistas y una serie de individuos de los que es mejor no hablar. Tal vez es por eso que mejor huyo a donde nadie me encuentre, debería pasar por muerta, cambiarme el nombre, comprarme una peluca -- ¿qué tal una al estilo Marylin Monroe, pero la Marylin de Warhol? La cama me ha dicho que me reúna con ella --lástima que sólo es la cama y no un hermoso Apolo-- pero tanto té negro y tanto miedo a las próximas semanas me impiden que me una con mis pesadillas sobre trillizas inglesas de la época victoriana y jabalíes muertos llenos de manzanas. La cama comienza a ser redonda, como una esfera navideña en la que se reflejan lucecitas, se han mezclado las sábanas con la desesparación de lo que vendrá inevitablemente: la despedida. Todo es redondo, todo como el infinito matemático y nuestro planeta azul. Todo remite a lo que ha sido, es y seguirá siendo. Somos nosotros mismos, a pesar de las aventuras y las exploraciones interiores, somos estos que se tocan, somos los tangibles. El cuerpo se me envejece frente a la máquina, el alma se arruga--a pesar de tantas cremas-- y sigo aquí porque no he encontrado mejor forma de decir un "hasta pronto". Prefiero la putrefacción a aprender que uno debe seguir en el crírculo de la vida, seguir caminando, seguir viajando. Quiero seguir sentada, en este cuarto, en esta silla, con mis rayones-- de niña de cinco años-- en mi techo. Mejor esto a levantarme y encender las velas de unas alas mecánicas que me llevaran lejos. ¿Irse, a dónde? si los demonios igual nos persiguen y nunca podremos ser ángeles. Estar abrochada--con este cinturón de seguridad-- a este piso me permite creer que los futuros cercanos están en realidad muy lejos. Gracias a Dios me voy, por fin lejos. |
Pseudopoesía
Gracias amor Gracias amor Por saber babear Bien la almohada Por comer a pedazos La cuchara Por parpadear al punto Atrocidades entintadas Por incendiar histerias En ventanas Por sangrar insultos En epidermis perfumadas Por disfrutar los necesitados Transplantes de alma Por lamer despacio los espasmos Por degollar moribundos Creyentes Aquellos pobres Infelices Que se toman en serio Que aman. |
martes, julio 20, 2004
Fitter happier- Radiohead
Fitter happier Radiohead Fitter happier more productive Comfortable Not drinking too much Regular exercise at the gym (3 days a week) Getting on better with your associate employee contemporaries At ease Eating well (no more microwave dinners and saturated fats) A patient better driver A safer car (baby smiling in back seat) Sleeping well (no bad dreams) No paranoia Careful to all animals (never washing spiders down the plughole) Keep in contact with old friends (enjoy a drink now and then) Will frequently check credit at (moral) bank (hole in wall) Favours for favours Fond but not in love Charity standing orders On Sundays ring road supermarket (no killing moths or putting boiling water on the ants) Car wash (also on Sundays) No longer afraid of the dark Or midday shadows Nothing so ridiculously teenage and desperate Nothing so childish At a better pace Slower and more calculated No chance of escape Now self-employed Concerned (but powerless) An empowered and informed member of society (pragmatism not idealism) Will not cry in public Less chance of illness Tyres that grip in the wet (shot of baby strapped in back seat) A good memory Still cries at a good film Still kisses with saliva No longer empty and frantic Like a cat Tied to a stick That ‘s driven into Frozen winter shit (the ability to laugh at weakness) Calm Fitter, healthier and more productive A pig In a cage On antibiotics. |