lunes, julio 19, 2004

¿Por qué Jim Morrison no debía morir?








Llenarse el cuerpo de apasionados y constantes orgasmos, compartir la cama con infinidad de mujeres, disfrazarse con pantalones ajustados de piel, ahogarse mientras se escucha el teclado de Ray Manzarek, profanar la tumba de Baudelaire sin ser procesado... ¡¿no son acaso razones suficientes para envidiar al "poeta eléctrico", al barítono mejor drogado?! Ese sufrimiento surgido de las entrañas, acorralado como carnada de lobo en las súplicas de "The end", es otra razón que me hace rogar por esta fugaz, pero intensa, vida. La mirada gatúbela, el cabello enfogado, la angulosa mandíbula, los miedos infantiles: ¡esperma y óvulos benditos que desperdigaron sus genes sobre ese cuerpo endemoniado!


2 comentarios:

Anónimo dijo...
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