lunes, noviembre 26, 2007

Homenaje a la poesía y al olvido del Maestro Hernández

Antecedentes de la fuente bibliográfica: el pasado jueves se ofreció en Casa Refugio una muy rítmica lectura de poesía y la apertura se estremeció por la siempre tibios y geniales versos del Maestro Francisco Hernández. Terminadas la palabras, terminados los aplausos, terminados los abrazos, y un poco antes de terminado el vino y de terminadas la entrevistas Hernández se retiró silencioso, humilde, sublime, como un soplo. Sobre la mesa, junto a mis notas olvidó su libro olor a camello, que derrama el título Antojo de trampa y anuncia orgulloso el nombre de Francisco Hernández. Pasee unos brindis con el libro en la mano, lo hojée unos versos e ignorando su dueño lo guardé en mi auto pensando evitar su posible extravío. Ayer mientras seguía desplumando sus alas alguien me habló a la espalda y me advirtió "es de Francisco seguramente lo olvidó el jueves". Guardé una vez más el libro esperando que el Maestro viniese a buscarlo, anoche la curiosidad me invadió y lo saqué del auto, lo continué leyendo, desplegó su magia, lloré un poco y mecí en mis brazos su olor camello, espero que a Don Francisco no le importe. Ahora lo sigo leyendo, esperando que al Maestro el olvido le dure un tanto más tal vez por miedo a dejar partir la magia o por miedo a guardarla como algunos aúreos recuerdos, por el momento como agradecimiento al descuido de Don Francisco, comparto un poco, un poquito de su poesía vertida directamente de sus palabras, de sus páginas y de su calma. Gracias Maestro, gracias.

Las gastadas palabras de siempre

Déjame recordarte las gastadas palabras de siempre,
los armarios que encierran la humedad de los puertos
y el sabor a betel que dejas en mis labios
cuando desapareces en el aire.
Déjame tender tu cabello a la sombra
para que la penumbra madure como el día.
Déjame ser una ciudad inmensa, un bote de cerveza
o el fruto desollado ante la espiga.
Déjame recordarte dónde me ahogué de niño
y por qué hace brillar mi sangre la tristeza.
O déjame tirado en la banqueta, cubierto de periódicos,
mientras la nave de los locos zarpa
hacia las islas griegas.

Fuente: Hernández, Francisco. Antojo de trampa. México: FCE, 1999.

1 comentario:

tu boca dijo...

Bonito blog, Adriana. Mi enorabuena desde España.
Besos