martes, enero 22, 2008

Inundándose en la búsqueda

La memoria como constructor del “ser” en el mundo en La casa inundada de Felisberto Hernández


El cuento La casa inundada, de 1960, escrito por Felisberto Hernández (1902-1964), presenta a manera de alegoría la innegable relación que existe entre la memoria y la interminable búsqueda ontológica, es decir la del “ser” en el mundo. Los textos de Hernández pertenecen a las vanguardias latinoamericanas, en especial al Surrealismo, de ahí que este cuento tengo una inevitable relación con la conciencia y los recuerdos, aun cuando el mismo autor en su manifiesto titulado Explicación falsa de mis cuentos, mencione: “No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Esto me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa”. Cualquier individuo no puede ser sin la memoria –que se alimenta tanto de los deseos como de la realidad--, es gracias a esa reconstrucción de sus recuerdos que se configura su identidad. Por lo tanto, se tratará en el presente ensayo un estudio de la importancia de la memoria a partir y en el cuento, ya mencionado. La primera parte se enfoca al proceso de ensoñación que es la base formal del texto, así como en las figura retórica de la metáfora la cual se crea a partir de los recuerdos. En segundo lugar se analiza la importancia del personaje de Margarita, quien es la generadora y receptora de la memoria. En tercer lugar se estudia el símbolo del agua, como transmisor de los pensamientos y como alegoría de la esencia humana.
La ensoñación constituye el eje estructural tanto en el discurso narrativo del cuento como en el universo tangible de los individuos, puesto que tanto en la ficción como en la “realidad”, los personajes –tomando en cuenta que el ser humano es también un actante -- buscan su “ser” en el mundo. Aunque tanto el estado de ensoñación como el estado del sueño pertenecen a la profunda psique humana, según Bachelard, “el sueño corresponde al animus y la ensoñación al anima”(Monges, 75), por lo que esta última es la que tiene relación con los recuerdos. En el cuento, el narrador está escrito en primera persona, lo cual demuestra el interés por hacer énfasis en las “interrogaciones interiores”(Cortázar, 7) que todo ser humano se hace. El personaje del escritor vive en un estado de ensoñación al pensar continuamente en la figura de Margarita, quien es la dueña de la casa: “tal vez por eso ahora [confunde] lo que ella [le] dijo con lo que [él] pensaba”(Hernández, 24), al igual que este personaje femenino, quien supo que hay que “cultivar los recuerdos en el agua, que el agua elabora lo que en ella se refleja y que recibe el pensamiento”(Hernández, 27). Es por esto por lo que, el narrador va elaborando su relato en base a lo que vivió y escuchó con Margarita, ya que es ella la que lo escoge como confidente e incluso cuando él parte para Buenos Aires ella le menciona en la carta: “P.D. Si por casualidad a usted se le ocurriera escribir todo lo que le he contado, cuente con mi permiso.”(Hernández, 42); pero tampoco hay que olvidar que al mismo tiempo los propios recuerdos del escritor constituirán los de la señora Margarita. El cuento está relatado entonces desde el recuerdo y desde una perspectiva subjetiva, que es la memoria del narrador-personaje escritor. Por lo tanto, el ser humano recrea el relato en su memoria de lo que vivió en base a su relación con los otros, la noción que tenga un individuo de lo que él mismo es no dependerá solamente de su subjetividad.
Para Bachelard toda imagen poética proviene de la ensoñación, y por lo tanto “proviene de nuestras conciencias [de modo que] es inútil buscarle antecedentes inconscientes”(Monges, 75). Por ejemplo, las metáforas empleadas –que según Saussure son producto de la relación opuesta entre el sintagma o combinación y el paradigma o selección-- en el texto no tiene una función decorativa, ni descriptiva, ni significativa, sino que funcionan como revelación del mundo narrativo y de la memoria del autor. Es decir que no provienen de una acción producto del sueño o de la escritura automática –como proponían los surrealistas--, sino son selecciones conscientes del escritor. En el caso del cuento de Hernández, la metáfora “explica mejor los mecanismo de memoria del narrador” (Sicard, 106), ya que es a partir de estos juegos de lenguaje, que se hace evidente que el relato de Margarita es un recuerdo y no simple verborrea o discurso impulsivo; puesto que las palabras son previamente seleccionadas y no son producto de un fluir espontáneo. Es por esto por lo que, el recuerdo que guarda el narrador sobre la figura de Margarita es dual: “[…] yo ya estaba bastante confundido con mis dos señoras Margaritas y vacilaba entre ellas como si no supiera a cuál, de dos hermanas, debía preferir o traicionar; ni tampoco las podía fundir, para amarlas al mismo tiempo.” (Hernández, 32); ya que en la memoria se perciben dos recuerdos: el ligado con la primera impresión y el otro creado posterior al conocimiento del personaje de Margarita.
Para el narrador existen dos Margaritas, la primera que es la que vio cuando llegó a la casa representa una pureza erótica por la cual él siente una atracción, y la segunda que es una figura materna. Desde el principio del cuento se puede ya deducir que el personaje de esta señora dueña de la casa inundada no va a funcionar tan sólo como la mecenas del narrador, y es a lo largo de la lectura que se descubre que simboliza además la figura materna, “ella es madre primigenia, fuerza generadora del universo”(Monges, 78), razón por la cual está relacionada con la memoria del personaje del escritor. El ser humano posee una única relación inquebrantable, la de la madre; ésta es la fuente de la que se proviene y por lo tanto nuestro primer recuerdo. Aun en los individuos que no convivan a lo largo de su vida con ella, sigue perdurando la presencia de la figura materna; de ahí que resulte en la mayoría de los individuos, la ruptura simbólica del “cordón umbilical”, como un acto no liberador pero si autoafirmador. Es decir que, el ser humano al desprenderse de la madre se empieza a configurar más profundamente como individuo, pero esto en parte a lo ya aprendido de esa figura femenina. El aspecto físico de la señora en el cuento, “era muy gruesa y su cuerpo sobresalía de un pequeño bote como pie gordo de un zapato escotado.”(Hernández, 18), contribuye de cierta forma a que se le relacione con la madre. En el texto Margarita es por lo tanto, la mujer es la iniciadora del narrador en el culto del agua y en la evocación ritual del difunto marido. Esto se hace más evidente, con el hecho de que ella es la que le llama la noche anterior para avisarle lo que verá mañana, de manera que lo único que él conoce de esa mujer es la voz, dándole a esto un carácter mágico y misterioso.
Como ya se mencionó, el personaje de Margarita tiene una connotación sexual, a pesar de su aspecto físico – ya que exteriormente la señora sería el no tipo de la sensualidad femenina--, ella es una mujer atrayente para el personaje del escritor. Desde el inicio del texto, el narrador experimenta ya cierta atracción por la señora, ya que aunque durante el viaje la observa con curiosidad, cuando ella le menciona que él no es físicamente como ella lo había imaginado él responde: “—Yo, sin embargo, me alegro de que usted sea como es.”(Hernández, 20), frase que a él le hace sentirse como un sinvergüenza porque sabe que la frase encierra cierta “insinuación grosera”. Posteriormente, en todo el texto se hace mención de la dicotomía que sufre el personaje entre sus dos Margaritas y cómo siente una inevitable atracción por la primera. La configuración del espacio y de las circunstancias en las que desarrolla la acción –en especial el tiempo que el escritor y la señora pasan remando juntos-- en el cuento, influye en la creación de este ambiente erótico. Para empezar la casa es un espacio cerrado, lo que proporciona cierta intimidad, la casa inundada está repleta de plantas, y esto hace que los canales sean más estrechos y oscuros. Además, el silencio propicia que ambos se sumerjan en sus pensamientos, ella ausente de la atracción que provoca piensa en su marido, mientras que el escritor está inmerso en la sensualidad que ella le inspira. En consecuencia, la relación erótica que el visitante se crea de la señora es tan sólo platónica y por lo tanto vive en sus fantasías, por lo que se relaciona no con los recuerdos vivenciales sino con los recuerdos imaginativos, a los cuales él recurrió para relatarnos el cuento. Pero a esa falta de sonidos se contrapone en ocasiones la voz de la dueña de la casa, la cual se arrastra con palabras intermitentes, así que “el silencio actúa como un medio o un vehículo de la voz desgarrada de la señora.”(Monges, 84). La voz carraspera de la mujer se asemeja al sonido del agua, al oír a la señora hablar el narrador piensa que es como “un inmenso jarrón se había ido llenando silenciosamente y ahora dejaba caer el agua con pequeños ruidos intermitentes.”(Hernández, 22).
El símbolo del agua es el más evidente y el más importante en el cuento de Hernández, puesto que desde el título se anuncia la presencia de este elemento, y así como en toda la casa habita, el agua permanece unido a todos los personajes. Siendo un elemento esencial, el agua representa el transmisor de los recuerdos, el reflejo de lo que somos y de lo que fuimos, un espejo ondulante que cambia de forma según lo que se asome a él. Por otra parte, en el cuento, el agua es donde se “es”, donde Margarita es libre y deja fluir sus pensamientos. Esta capacidad comunicadora del agua es también, lo que explica el silencio cuando el escritor y la señora están navegando juntos, ya que al no hablar ella puede escuchar mejor lo que el agua quiere transmitirle. El inicio de la relación de la señora con el agua, se da por una necesidad, ella remplaza la figura ausente de su esposo después de la pérdida por esta conversación con la fuente: “[…] ella estaba así por la pérdida de su marido”(Hernández, 25). Pero cada noche, Margarita sube al bote y navega por toda la casa, y espera que el agua le trasmita su mensaje. El agua devela el deseo de la señora, que es la de una comunicación prometedora. La señora espera el mensaje, pero éste no proviene más que de sus recuerdos y memoria, de manera que el agua sólo le ofrece como a Narciso el reflejo de ella misma. Pero al esperar un mensaje ajeno a ella misma, la señora se desespera y se entristece, porque sabe que no son sino sus recuerdos, el recuerdo de su marido, los que viven en la profundidad de la casa inundada. El narrador, al inicio del texto, cuando piensa que él es el único al que Margarita ha contado su historia piensa: “‘Pobre, me decía a mí mismo, debe tener necesidad de comunicarse con alguien.”(Hernández, 24); pero en ese momento todavía ignora que aquella mujer de “cuerpo de elefante blanco” guarda en el agua grandes misterios y que entre el elemento y ella se traza una fuerte relación comunicativa, la comunicación que ella tiene con su memoria y que le permite acceder al conocimiento de su “ser” en el mundo.
El cuento de Felisberto Hernández demuestra la necesidad humana de conocerse así mismo y de descubrirse, pero este autoconocimiento no es posible más que por la intervención de la memoria, sin la cual lo que somos no podría ser por ausencia de lo que fuimos. Hernández, individuo solitario que vive de sus conciertos de piano y de sus libros, es un escritor que tiene el poder de comunicarse con el mundo espiritual sin salir de lo cotidiano, para él esta búsqueda del alma no es ajena a la realidad, sino por el contrario parte de ella. “Felisberto se conecta con las cosas (porque de alguna manera todo es cosa en ellos, palabras o muebles o pensamientos son a la vez tangibles e inefables”(Cortázar, 5). Este escritor uruguayo es pocas veces comprendido, porque sus textos, calificados por algunos como “literatura fantástica”, unen lo insólito con lo real al punto de Mostar que no hay diferencia entre ambos. Es por esto por lo que como los cuentos de Hernández, la búsqueda ontológica del Hombre no deberá ligarse a lo inconsciente solamente, sino también a la conciencia, a la mezcla que se tiene entre memoria, sueños y cotidianeidad.



Bibliografía:
Cortázar, Julio. “Prólogo”. La casa inundada y otros cuentos. BARCELONA: Lumen, 1975. p.5-9.
Hernández, Felisberto. “La casa inundada”. La casa inundada y otros cuentos. Barcelona: Lumen, 1975. p.11-49.
Monges, Graciela. “ ‘La casa inundada’ o ‘La ninfa expectante’ ”. La fantasía en Felisberto Hernández a la luz de la poética de Gaston Bachelard. México: UNAM, 1994. p.73-99.
Sicard, Alain. “La metáfora en la obra de Felisberto Hernández”. Felisberto Hernández ante la crítica actual. Caracas: Monte Ávila. p.105-16.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante el análisis que se hace del cuento. Uno de los relatos que más me gustan de Felisberto. Es ´cierto que Margarita a partir de lo que ocurrió con el marido tiene un problema de incomunicación con los demás, y yo agregaría que ese conflicto deriva de la desilusión que sufre al escuchar las voces y conversaciones de otras personas, vanas y superfluas, recuérdese el momento en que escucha a las mujeres en la fuente.
Gracias por el análisis, me ha gustado mucho.

Adriana Romero-Nieto dijo...

Hola!!! Muchas gracias por el comentario. Sí, los personajes de Felisberto tienen para mí un lado místico, una capacidad de ver más allá, de escuchar --como bien tú mencionas-- lo que otros no escuchan.
Saludos.