sábado, octubre 30, 2010

Sentía la herida hasta mitad de la uña, la avispa le había picado justo en el dedo anular en el que llevaba el anillo de plata, fue por limones a la cocina, se aplicó unas gotas en la rojez, miró cómo la inflamación cedía. Se entristeció, el jugo no había acelerado el ardor, ahora el aro tenía la medida perfecta para su dedo. Ahora no tendría pretextos para no llevarlo consigo a todos lados.

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