lunes, diciembre 20, 2010

No tengo hambre, sólo un pesado sopor, un sueño que me invade y me pide le de mi atención. Y yo, con miedo a dormir, miedo al dolor del recuerdo intranquilo, de lo que fue y ya no será. El sueño me lleva a la esperanza y ésa desde hace meses me abandonó. Por eso, prefiero el despertar eterno, el estado de conciencia, ahí no hay fe, tan sólo mi yo, lloroso y doliente.

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