jueves, julio 22, 2004

Si de sueños y pesadillas hablamos...

La necesidad del Hombre de materializar la realidad onírica por medio del Arte: Dalí y el surrealismo

EL SURREALISMO
está al alcance
de todos los inconscientes.
¡PADRES!
Cuenten sus sueños a sus hijos.
« Bureau des recherches surréalistes. »
 
El Hombre desea y sueña por una simple y llana razón, porque es Hombre. Freud, una de las principales influencias de los surrealistas por lo tanto de Dalí (1904-1989), comprendió que la importancia de los sueños del ser humano no radica en que éstos sean calcas de nuestras experiencias cotidianas—aunque sí estén relacionadas, sino que son las palabras que nuestro inconsciente desea escupir. De este modo, André Breton inició con el movimiento, que continuó al Dadá, que se basaría en la idea de que “ ‘la velocidad del pensamiento no es superior al de la palabra’ ”(Nadeau,72): el Surrealismo. Y este movimiento sería el medio para conocer regiones anteriormente no exploradas: el inconsciente, lo maravilloso, los sueños, los estados de alucinación, etc. Es decir, que el artista debe darse a una soltura en la que escupa los gargajos que se le han atorado en la faringe de su inconsciente, y así que la obra de arte se convierta en una liberación del espíritu. El Hombre ha necesitado del Arte para que éste sea lo que él sueña o quiere ser, el Arte es la materialización de nuestra realidad onírica. De modo que al observar el cuadro titulado Instrumento masoquista, pintado por Salvador Dalí entre 1933 y 1934,  notamos un perfecto ejemplo de un “sueño pintado”.
¿Comprendemos o pretendemos que comprendemos? Nuestros innumerables procesos mentales en los que sudan y trabajan, pasando la información de sinapsis en sinapsis, horas extras nuestras neuronas —a quienes por cierto a penas y les alcanza con el salario mínimo de nuestras cuatro o menos horas  diarias de sueño, son tan complejos que difícilmente logramos materializarlos. Hombres, pequeños hombrecitos insignificantes a comparación del inmenso universo, pero aun así nuestros pensamientos se asemejan al dédalo, tanto que somos Minotauros hambrientos de conocimiento  y a los que alimentan de catorce víctimas inevitablemente. Siendo nosotros Minotauros, somos nosotros surreales; porque el surrealismo no es un escape de la realidad, sino es una profundización de ésta, es una necesidad de comprender nuestro mundo sensible, una aprehensión de lo tangible por medio de nuestros sueños y deseos. Las imágenes delirantes del surrealismo tienden a ser representaciones materiales del mundo desconocido de nuestra irracionalidad. Dalí expresaba de sus pinturas: “cómo quieren ustedes que ellos las comprendan cuando yo mismo que soy el que las hago, no las comprendo.” (Bosquet,142). Sin embargo el hecho de que él mismo no comprendiera sus obras no significa que éstas carezcan de significado, al contrario, su significado es tan complejo que escapa al simple análisis de la intuición lógica. Y es que el significado del que habla Dalí, es un significado relacionado con los gargajos del inconsciente. La obra se convierte, de esta manera, en un bacín de aquello que las fuentes de nuestra memoria y nuestras obsesiones han desechado.
La década de los treinta es intensa para la obra del pintor ampudarnés, todos los temas de sus obras salen a relucir en estos años. Los temas más constantes son: los objetos blandos, los organismos y alimentos en putrefacción, los cajones de la memoria, la obsesión por El Angelus de Millet, entre otros. No hay que olvidar tampoco que el tema de los objetos blandos, recurrente, como ya se dijo, en los óleos del pintor, es para Dalí lo digerible, lo sustancial, a contraposición con lo duro que es lo impenetrable e irreductible en principio al conocimiento. Un ejemplo de este tema es la obra a estudiar: Instrumento masoquista. Esta obra muestra una especie de cuarto en el cual al fondo se observa tras una ventana el torso de una mujer desnuda que sostiene —sacando el brazo del recuadro— un violín derretido, a la derecha del óleo se observa un ciprés que está siendo herido por una vara. La blandura del violín alude a la metamorfosis que el sueño produjo en él o a su condición de fantasma del objeto real. Es decir que el objeto es concebido por la mente —durante el estado onírico— como un instrumento imposibilitado para realizar su funcionamiento, debido a su composición blanda. Esta composición se contrapone con la rigidez que el violín posee en la realidad cotidiana, habiendo así una contradicción de la imagen del cuadro con la imagen que la mayoría de nosotros poseemos del objeto “real” como tal.
La condición de fantasma del objeto real, que se presenta en el cuadro, se relaciona con el concepto platoniano según el cual este mundo es sólo la representación de otro mundo en el cual están las Ideas como tales. El violín del sueño no es el violín tal cual, es sólo una representación de éste. Sin embargo, es en el cuadro en donde se materializa y se hace evidente también el dédalo de nuestra mente. Y es que el estado de sueño y el estado de la vigilia son dependientes el uno del otro, “los expertos en neurología saben que del mismo modo que sin estar despiertos no podríamos comer, trabajar, etc; la ausencia de sueño nos impediría realizar cualquier tipo de acción durante la vigilia.” (J.A.L, 35), así como la realidad cotidiana es dependiente de la realidad onírica y viceversa. El Hombre es incapaz de acceder al mundo de las Ideas, y también es incapaz de acceder por completo al mundo de su inconsciente —y no es porque éste carezca de lógica—. Algunos de los acercamientos posibles son esos que los artistas realizan al escupir la saliva que fluye en su mente y dejarlas caer en sus obras. Las imágenes de las pinturas dalinianas son fantasmas que andaban deambulando y que tras haber estado en el avión de la mente del pintor, meditando largo rato si es la hora de saltar o no, terminan aterrizando—sin paracaídas— en los óleos.
No podemos comprender un mundo al que a penas logramos recordar por las mañanas. El mundo de nuestros sueños nos es tan desconocido debido a que continuamos siendo los Minotauros de siempre y no es a nosotros a los que se nos dará el hilo de Ariadna. No somos Teseos, no somos héroes, no somos Dioses, somos Hombres. Estamos en nuestro laberinto y lo único que nos queda es esperar a que el conocimiento nos llegue y devorarlo como bestias. Pero sí podemos conocer a través de nuestros sueños o delirios, de ahí la creación de la actividad paranoico-crítica de Dalí. Esta actividad es “un método espontáneo de conocimiento irracional basado en la asociación interpretativo-crítica  de los fenómenos delirantes.” (Bosquet,146). Es decir, que conocemos a partir de la interpretación y crítica de nuestros deseos, delirios, sueños, etc. No podemos saber como se da ese conocimiento o como se dan esos “fenómenos delirantes”, como ya mencioné, son mundos desconocidos, galaxias aún no descubiertas, pero sí podemos conocernos a partir de ellos. Instrumento masoquista no es más que un ejemplo de las irracionalidades del excéntrico pintor, la contraposición del violín blando con la vara y los muros son muestra de ello, así como el hecho de que la vara apunte al ciprés y éste represente el dolor o las heridas. Así que el elemento innato al ser humano que es; la paranoia: “delirio de asociación interpretativa que comporta una estructura sistemática” (Bosquet, 146) permite la creación de la obra de arte. Es decir, que no significa que la estructura sistemática de la paranoia provoque en el Hombre una obligación o un compromiso intelectual de asociar los sueños con la realidad tangible, sino que ya que la paranoia es un delirio, la asociación se da de manera espontánea, y es sólo cuando se lleva a cabo la actividad crítica cuando las estructuras se hacen evidentes.
La actividad crítica tiene que ver con el proceso que seguimos para conocernos a través de los delirios. Las imágenes de nuestros sueños sí poseen una coherencia, pero es la actividad paranoico-crítica la que la revela. De modo que el artista surrealista debe pasar por este método espontáneo para darle significado a su obra, y así conocerse. Dalí y muchos otros surrealistas, solían comenzar muchos de sus cuadros inmediatamente después de haber despertado. Los sueños que vivieron durante la etapa en la que dormían sí poseen coherencia, pero es en su pintura —que se realiza en el estado de vigilia— en la que se hace más evidente la relación de las imágenes —pertenecientes a la irracionalidad o inconsciente— con la realidad cotidiana. Es así como se lleva a cabo la materialización de los sueños. Las imágenes en Instrumento masoquista son un conjunto coherente de relaciones significativas, los elementos no están aislados. El violín imposibilitado de funcionar se relaciona con la imagen de vulneración del ciprés herido. Es decir, el violín es un instrumento de masoquismo para la mujer del cuadro, así como lo es la vara para el ciprés. También la composición de la mujer tiende a la flacidez, tal como el violín, mientras que el ciprés y la vara, por el contrario, son elementos de composición rígida.
El Arte es la  evidencia de la sistematización de nuestros sueños. Escribimos, pintamos, esculpimos, en fin: creamos con el afán de hacer perceptible la lógica de nuestro mundo onírico y así poder comprenderlo con más facilidad. El dédalo continua siendo un dédalo y el Minotauro continua siendo Minotauro —el Hombre siempre será Hombre— y es imposible que comprendamos los procesos de nuestras neuronas por completo. Y es que desgraciada o dichosamente el laberinto humano no venía con instructivo integrado —tal vez habría que regresarlo a la tienda o reclamar en el departamento de quejas. Sin embargo, claro está que el laberinto sí tiene una entrada y una salida y que sólo falta seguir los señalamientos lógicos—a pesar de que en ocasiones sean ilegibles debido a los graffitis pintados por nuestra propia complejidad humana— que nos indiquen para donde seguir conduciendo nuestros vochitos o BMW mentales. Aún no se ha encontrado la respuesta neurológica a la pregunta ¿para qué sirve soñar?, pero al menos un consuelo seguro es que nos puede servir para crear. Los sueños y las obsesiones de Dalí son personales, y en principio intransferibles, pero su lenguaje pictórico es el instrumento del que se vale para dar a ese mundo un valor universal.
“El surrealismo es un todo, un todo viviente. Ha entrado en la vida de todos los días. [...] Toda manifestación que escapa a la vida chata y común, por poco que asombre es surrealista. [...]” (Nadeau,19). El surrealismo está en todo porque es parte del Hombre, y parte del él son sus sueños. Seríamos demasiado necios al querer afirmar que la realidad cotidiana es la única realidad posible. Aunque hay que tomar en cuenta que muchos de nosotros sí afirmamos esto día tras día. Vivimos como hombres automatizados e ignoramos nuestra realidad irracional. ¿Cuántos de nosotros vivimos una vida “chata y común”? Para ser sinceros—a pesar de que mi respuesta dañe los egos de algunos cuantos— yo creo que la mayoría. Y si acaso tomamos en cuenta nuestra realidad onírica, no somos capaces de pasar por la actividad paranoica-crítica y despertar en nuestros delirios su estructura sistemática. De ahí el poco crédito que le damos al Arte, muchos lo consideran el “oficio del ocio” y ven en él más una tarea inútil que un médium revelador. Los poetas en Grecia se consideraban seres con los cuales los Dioses se comunicaban, ahora se consideran excéntricos, despilfarradores, y locos. Lo revelador del arte no es decir algo nuevo, sino decirlo de una forma nueva. Las imágenes surrealistas pueden ser ya conocidas por el espectador, pero la nueva forma de interpretación dependerá tanto del artista como del que observa la obra. Debe de haber una renovación de los mecanismos asociativos, un cuadro de Dalí puede estar compuesta por un sinnúmero de imágenes simultáneas sin que ninguna de ellas sufra modificación alguna, y aún así nos puede parecer innovadora. “Diferentes espectadores verán en ese cuadro imágenes diferentes;” (Bosquet,148). Los sueños de un artista en particular —en este caso Salvador Dalí— se volvieron tangibles en el óleo escapando de la cotidianeidad y se regocijan ante cada nueva mirada que se cruza con ellos. Cada nueva mirada materializa más los sueños, sueños que no pertenecen más al artista-creador, sino a aquél que se atreve a soltarse del pasamanos llamado inmediatez material y correr el riesgo de acceder al mundo de sus propios delirios. El que observa descubrirá en la obra —sea pictórica o no— nuevas y objetivas significaciones de lo irracional, hará pasar de manera tangible su propio mundo del delirio al plano de la realidad, y así, sólo así se podrá afirmar surrealista.
El surrealismo se nutre de la irracionalidad, y a su vez ésta se alimenta del surrealismo mismo. El canibalismo de estos animales se debe a que es necesario tragarnos la deliciosa piel de las surrealidades para poder acceder a una lucidez irracional. El surrealismo se encuentra entre dos puntos entre el Arte y el de la Ciencia, “[...]surrealistas [...] no somos exactamente artistas, ni tampoco excesivamente hombres de ciencia; somos el caviar, y el caviar es la extravagancia y la inteligencia misma del gusto,”(Bosquet,139). A la irracionalidad no le había quedado más que escoger entre uno u otro, pero al encontrarse con el surrealismo, su canibalismo se vuelve exacerbado —al grado de que sea lo surreal el único alimento permitido en su dieta—. El mundo de los sueños no puede vivir sin el surrealismo, porque la materialización de lo irracional en una obra no se debe al simple acto artístico, se debe también a un proceso científico, un ejemplo es le de la actividad paranoico-crítica. Dalí no pudo haber creado Instrumento masoquista si partía del presupuesto “arte por el arte”, Dalí pintó a partir de un proceso crítico de su irracionalidad. Le fue necesario el Arte para materializar su realidad onírica, pero la materialización no se dio por generación espontánea. Somos Hombres y necesitamos comprender y hacer tangibles nuestros delirios —aceptemos que ya es el único camino dorado que nos queda: el de la comprensión, porque el del olvido o el de la ignorancia no nos han llevado a encontrarnos con el mago de Oz. La comprensión de nuestros sueños a partir de procesos críticos nos llevarán irreductiblemente a la comprensión de nosotros mismos.  Y aceptémoslo o no, entendernos es un proceso necesario para comprender nuestro mundo.
 
Adrianation o el ÁcIdO rIbOnUcLéIcO.
 
Bibliografía:
Bosquet, Alain. “Las aguas donde nadamos”. Dalí desnudado. Paidós: Buenos Aires, 1967. 137-141.
-----------------. “Mis plazas fuertes”. Dalí desnudado. Paidós: Buenos Aires, 1967. 142-148.
J.A.L. “Para qué sirve soñar”. Muy interesante. no. 33. 35-37.
Nadeau, Maurice. “A manera de introducción”. Historia del surrealismo. Santiago Rueda: Buenos Aires, 1948. 19-22.
-------------------“La época de los sueños”. Historia del surrealismo. Santiago Rueda: Buenos Aires, 1948. 69-76.

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