martes, noviembre 30, 2004

Pseudopoesía de viaje III

Vaciá,basándose en el vacío

No hay pasión
Se me ha terminado
Vacié hasta la última semilla
En un cielo de focos fundidos
Fui tonta: no la vendí.
Ni la ofrecí en subasta,
Tan sólo abrí mi mano
Mojada ante la mirada
Descuadrada de un cuerpo
Plastificado y envuelto en
Papel aluminio.

La malgasté
Como pasa con el dinero
De las mujeres con marido
Fue decisión
Mía la decisión
Mala inversión
De esas que traen consigo
Inflaciones y quiebras
De esas que avientan
Hambrunas y miserias.

Le arranqué el aire
De las raíces y bulbos
Y se niega a renacer
La dejé mucho tiempo
Al lado de una mirada
Desértica, en sequía
Fui yo: la dí
Me dí como el musgo
Quise sacar los pies
A caminar bajo el sol
De un campo infértil
Devaluado y sin irrigación.


CONTINUARÁ...

2 comentarios:

Édgar Adrián Mora dijo...

Hola Adriana,
recibí tu comentario en mi blog y ni tardo ni perezoso me vine a visitar tu casa virtual. Muy bien decorada por cierto. Creo que la soledad, la lejanía y la extranjería te están despertando las zonas sensibles que de repente es necesario revisar en la chompeta de cada uno de nosotros. Un saludo solidario desde la tierra de los linchamientos y los santacloses anémicos y con halitosis alcohólica.
El poema suena muy a mi generación. Yo concebía a esos críos de la Ibero a los que perteneces (ciste?) como una nueva especie de cínicos más que desencantados o indiferentes. Buen camino el del arte para desahogar la vacuidad de un mundo que no se deja de moverse para que nos bajemos. En fin. Besos...

G. dijo...

Ante tus versos, el desconsuelo entre ellos, el insomnio que tengo y el mísero divino deseo que tengo aún, hago una reverencia ante tu texto.

Estoy con la emoción de alcanzarte allá en Europa muy pronto, con la pasión de estar escribiendo bastante, con la peluda sensación de un segundo libro publicado, y con la severa nostalgia de tener que abandonar muchas cosas y muchas personas. Ady, me siento terriblemente yo, irreductiblemente yo mismo, y esa es mi mayor desconsolada alegría.

¡Salucita por la poesía y lo útilmente patético que es el ser humano!