miércoles, noviembre 10, 2004

Me miré esta mañana...y supe que era pendeja

Hoy comprendí eso que llaman muchos teóricos que es la famosa idea de relación lector-obra, no significa que antes no hubiese pensado en ella, pero hoy me fue mucho más clara. Y hoy supe que soy en ocasiones parte de la gente "pendeja". Hace unas semanas le dí la vuelta a la última página del libro de Odile de Raymond Queneau, libro que empezé por obligación académica, pero que terminé por obligación mental y espiritual. Olvidando el hecho de que tendría que estar continuando mi análisis de un fragmento de dicho libro en vez de estar escribiendo aquí (aunque quiero pensar que ambos actos se relacionan y se perfeccionan entre sí), quiero continuar diciendo que gracias a él sé más de mi misma y soy un poco menos pendeja.

Me miré esta mañana con ojos somnolientos (tenía que hacer el quehacer de mi cuarto y después ir a clase) pero a pesar de ello, estaban más abiertos. Descubrí mis actitudes de las ultimas semanas, actitudes pendejas que me dieron una bofetada y que me dejaron noqueada al mirarlas a los ojos (sin desafío, pero sí con extrañamiento), esta vez sin tratar de esquivarlas. Me había estado divirtiendo, había estado yendo a bailar, cosa bastante frecuente en mi vida cotidiana, pero esta vez estaba yendo no a bailar, no ha pasar un momento agradable, no a divertirme, estaba yendo para convertirme en otra: en una pendeja. Mi tema es bastante banal, bastante vacío y pendejo tal como lo era yo cada vez que me acercaba a un "antro" --una palabra que también resulta pendeja en cualquiera de los discursos en que se emplee.

La última vez que fui, no me divertí en absoluto, pretendí que sí, pero en realidad me sumergí en un disfraz que parecía el adecuado para la ocasión y para la gente que me acompañaba. El lugar, la gente, no era el problema, el problema era la forma en que yo los miraba. Dejé de estar relajada, dejé de pensar en lo importante que es el tratar de ser aunténtico consigo mismo, me preocupé por aquellas cosas que he considerado nimias e idiotas en mis momentos menos pendejos. Viví eso, un momento pendejo, un momento inátómico, sin sustancia. Fui yo en mi mente una pendeja, una pendeja que ignora que lo es ( ¿a quién le miento? Tenía conciencia de ello) y que por lo mismo se siente orgullosa.

Ahora seguiré yendo, tal vez a los mismos lugares de mierda (no importa, aquí abundan, el lugar no es el problema). Pero iré para bailar cuando yo quiera, porque yo quiero, y no para sentir que formo parte de algo. Tal vez no vaya, y si no lo hago será porque tal vez prefiera enclaustrarme y acariciar la suave melena de mis abundantes miedos.

Tal vez siga hablando de temas pendejos, y tal vez siga repitiendo la palabra "pendeja", tal vez lo haga por que en el fondo me da miedo saber que en ocasiones todos nos escondemos tras algo, sea como el personaje de Odile, tras su soberbia, su miedo al amor y a la creación, sea como yo: tras mis actitudes pendejas, mi miedo a conocerme.


1 comentario:

G. dijo...

¡Wow! Soberbio post. Te entiendo, Adri. Me conoces, por eso bebía como si no hubiera mañana, como si quisiera joderme la vida en un trago, y es que en el fondo --y no me da pena aceptarlo-- quería morirme por unos momentos en cada copa, mísero, cobarde, solo. Y ahora no, ahora si salgo es porque quiero, porque estoy de humor --y porque tengo dinero para hacerlo.

Te entiendo, Adri. Te entiendo. El problema no es tanto el exterior, sino el interior de uno mismo, que se abisma ante el divino monstruo que somos al mirarse al espejo y decir "No mames, qué cabrón es ser, existir, que 'haya' dentro de nosotros (como decía en ÉTICA E INFINITO el señor Lévinas)".

Yo también comprendí que era un pendejo, y sigo tomando de vez en cuando, pero ya no para morirme, sino para compartirme con los OTROS, esos otros que nos hacen SER.